En Nueva York
Donald Trump condenó las manifestaciones nazis del pasado fin de semana, saldadas con tres muertos. Necesitó 48 horas. Un escándalo de proporciones épicas. Finalmente, casi con la lengua afuera, logró situarse delante de los micrófonos y abandonar cualquier ambición de equidistancia.
En una declaración milimetrada, leída sin aspavientos, dijo que “el racismo es maligno, y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales y matones, incluyendo al Ku Klux Klan (KKK), los neonazis, los supremacistas blancos y otros grupos de odio, repugnantes para cuanto amamos como estadounidenses. Somos una nación fundada en el axioma de que todos somos iguales. Iguales a ojos de nuestro Creador. Iguales bajo la ley. E iguales bajo la Constitución. Aquellos que difunden la violencia en nombre de la intolerancia atacanel corazón mismo de América”, sentenció.
“Como dije el sábado, condenamos en los términos más duros posibles este atroz despliegue de odio, intolerancia y violencia. No tiene lugar en Estados Unidos”, se defendió Trump en esta ocasión.
Además, el mandatario recordó que como candidato prometió “restaurar la ley y el orden” en el país, algo que están “cumpliendo las agencias federales, de manera que el gobierno no escatimará recursos para que todos los niños crezcan libres de violencia y miedo”.
Pero están errados quienes crean que con sus declaraciones sofocaba la polémica. En realidad casi ya daban igual. Apenas un par de horas antes, Kenneth Frazier, consejero delegado de la farmacéutica Merck, había anunciado su dimisión del Consejo de Fabricantes Estadounidenses que asesora al presidente Trump. Para el ejecutivo de 62 años, afroamericano, no quedaba más remedio que irse ante la manifiesta incapacidad presidencial para deplorar el nazismo.
En un comunicado explosivo, Frazier explicó que “la fortaleza de nuestro país emana de su diversidad (…) Los líderes de América deben honrar nuestros valores fundamentales y rechazar claramente las expresiones de odio, intolerancia y supremacía de quienes discuten el ideal americano de que todas las personas sean creadas iguales”.
“Como consejero delegado de Merck”, añadió, “y también por una cuestión de conciencia personal, me veo impelido a posicionarme contra la intolerancia y el extremismo”.
La reacción de Trump llegó minutos después en la red social de Twitter: “Ahora que Ken Frazier, de la farmacéutica Merck, ha dimitido del Consejo de Fabricantes, tendrá más tiempo para bajar los criminales precios de sus medicamentos.
Todo el ruido la furia, claro, viene tras la debacle del pasado fin de semana.
En Charlottesville (Virginia), el ayuntamiento había aprobado retirar una estatua dedicada al general Robert E. Lee, comandante en jefe de las tropas confederadas durante la guerra de Secesión. Cientos de neonazis y simpatizantes del KKK acudieron para protestar por lo que consideran un asalto a la historia del país.
En los incidentes con los contra manifestantes falleció una treintañera, Heather Heyer. Fue atropellada por el coche pilotado por James Alex Field Jr., que estrelló su vehículo contra otros coches y arrolló a dos docenas de personas. Field, declarado simpatizante de la Alemania nazi.
Niegan libertad bajo fianza al atacante
Un juez negó la fianza de James Alex Fields Jr., acusado de embestir con su automóvil a una multitud que protestaba contra una marcha de supremacistas blancos en Virginia, dejando tres personas muertas. El juez Robert Downer dijo ayer en la audiencia que nombraría a un abogado para Fileds Jr., quien está detenido desde el sábado pasado.
La policía acusó a Fields de asesinato no premeditado y otros cargos por presuntamente arrollar el pasado sábado con su Dodge Challenger gris a un grupo de manifestantes en Charlottesville, Virginia, matando a una mujer de 32 años e hiriendo al menos a otras 19 personas.
Un profesor de secundaria que tuvo a Fields entre sus alumnos aseguró el pasado domingo que el joven estaba fascinado con el nazismo, idolatraba a Adolf Hitler y había sido señalado por los oficiales de la escuela, en el noveno grado, por sus convicciones “profundamente arraigadas y radicales”.
A Fields le diagnosticaron esquizofrenia siendo niño.