La CIA entrenó al asesino de Kennedy para espiar a la URSS

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Foto: larazondemexico

Si tuviéramos que buscar al candidato ideal para asesinar al presidente de Estados Unidos, Lee Harvey Oswald sería el nombre perfecto. El marine que luego se entregó a la causa soviética renunciando a la ciudadanía estadounidense, acabó por volver a su país, donde conseguiría el trabajo que le daría triste fama: un empleo en el almacén de libros de texto de Texas, en Dallas, el almacén desde el que no hay duda de que se disparó contra Kennedy.

Poco después del atentado, Oswald salió del edificio y tras pasar por la casa donde se hospedaba se cree que asesinó a un agente de policía, J. D. Tippit. No tardaría en ser arrestado, acusado de matar a Tippit, pasando luego también a ser acusado de haber disparado al líder de EU.

Dos días después, ante las cámaras de todo el mundo, Jack Ruby, un oscuro empresario con lazos con el crimen organizado, disparaba contra Oswald en las dependencias de la policía de Dallas. Si alguien pensaba que Lee Harvey Oswald revelaría algún secreto sobre el magnicidio, el revólver de Ruby se encargó de callar al sospechoso para siempre.

El dato

El gobierno estaba obligado a revelar el pasado jueves el último lote de archivos sobre el asesinato de Kennedy, ocurrido en Dallas el 22 de noviembre de 1963.

Los documentos desclasificados que acaban de ver la luz son fascinantes porque demuestran que Oswald no fue un santo. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en un memorándum fechado el 3 de marzo de 1964 y procede precisamente de la CIA. El autor del mismo es John McCone, director de la agencia entre 1961 y 1965, y dirige el documento a su colega en el Servicio Secreto James J. Rowley. Uno de los párrafos es ciertamente explosivo. Es el momento en el que la Comisión Warren está tratando de saber más sobre el tema, especialmente sobre el nada claro pasado de Lee Harvey Oswald.

McCone escribe sobre el supuesto asesino, reconociendo sin ambages: “el sujeto Oswald fue entrenado por esta agencia, bajo la cobertura de la Oficina de Inteligencia Naval, para tareas relacionadas con espionaje a la Unión Soviética. Durante el entrenamiento preliminar, en 1957, el sujeto estuvo activo en el reconocimiento aéreo de China continental y mantuvo una autorización de seguridad hasta el nivel ‘confidencial’. Sus registros militares durante este período están abiertos a su agencia y he ordenado que sean enviados a la Comisión”.

“Tuvimos a un agente en el hospital con la esperanza de que hiciera algún tipo de confesión antes de morir, pero no lo hizo”

J. Edgar Hoover Exdirector del FBI

Otro escrito, de J. Edgar Hoover, director del FBI, dictado el 24 de noviembre de 1963, el día de la muerte de Oswald, revela que los cuerpos de seguridad intentaron buscar desesperadamente una confesión del sospechoso. Agentes del FBI acompañaron a un Oswald moribundo hasta la mesa de operaciones esperando sacar unas últimas palabras que pudiera aclarar lo sucedido. “Tuvimos a un agente en el hospital con la esperanza de que hiciera algún tipo de confesión antes de morir, pero no lo hizo”, se lamentaba Hoover en un documento destinado a sus agentes.

En otro memorándum, fechado el 30 de enero de 1964, el FBI trata de quitarse de encima la sospecha de que Lee Harvey Oswald hubiera trabajado para ese organismo, una sospecha que viene persiguiendo desde hace tiempo a los federales. Está redactado por William C. Sullivan, asistente de Hoover y encargado por éste de dirigir la investigación sobre el asesinato de Kennedy para el FBI.

En los papeles desclasificados, Sullivan se preocupa por exponer: “contrariamente a lo que ha dicho un testimonio, Oswald nunca fue un informador del FBI, nunca se le pagó dinero por ningún tipo de información y nunca se le asignó ningún número”.

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