Brasil salió de la recesión, pero no de la crisis. Es algo que millones de electores tendrán en cuenta a la hora de votar el domingo en la segunda vuelta de las presidenciales, en las que se miden dos modelos económicos diferentes.
El desempleo está en niveles récord, con casi 13 millones de sin plaza, algo calamitoso para un país que en 2010 crecía al 7 por ciento. Los economistas hablan de la peor recesión en un siglo. El déficit fiscal se sitúa en 7 por ciento y la deuda pública pasó de 50 a 77 por ciento en apenas tres años. Con todo, hay datos positivos.
Más allá de las cifras, los brasileños tienen la sensación de que lo malo no ha pasado. Bolsonaro, el de extrema derecha, prometió reformas liberalizadoras y la privatización de empresas públicas.
Como lamenta a La Razón, Alexandre Schwartsman, exdirector de Asuntos Internacionales del Banco Central de Brasil, “las cuentas públicas siguen siendo vulnerables y las reformas necesarias para remediar el desequilibrio fiscal no se han hecho ni se han discutido en campaña”.
[caption id="attachment_817369" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]
Existe optimismo en los mercados financieros y los empresarios ante una posible victoria de Bolsonaro. “Esto ayuda, pero lo que determinará la capacidad de crecer será el avance de las reformas, principalmente la de pensiones y la tributaria. Si no hay progreso en estos temas, el peso del desequilibrio fiscal se hará sentir en el riesgo-país y tendrá efectos negativos sobre la inversión”, añade el economista.
Impulsar cambios económicos es ya una propuesta defendida por la mayoría de analistas. “La economía brasileña tiene retos ambiciosos. Está el déficit público, pero también la reducción de un aparato estatal grande, caro e ineficiente. Aquí es donde entran la reforma de las pensiones y los programas sociales”, asegura Paulo Sotero, director de Wilson Center.
“Estas elecciones no han sido sobre economía, sino sobre corrupción. El debate está siendo en torno a los condimentos que hay en la mesa, pero no sobre los alimentos que vamos a comer”
Alexandre Schwartsman
Exdirectivo del Banco Central de Brasil
Paulo Guedes, el gurú económico de Bolsonaro, considera que “la expansión del gasto público en los últimos 30 años ha corrompido la democracia y ha estancado la economía”. Desde el equipo de Haddad aseguran que esas políticas expansivas, encarnadas en los programas Hambre Cero y Bolsa Familia, implementados por Lula al llegar a la presidencia, ayudaron a más de 30 millones a salir de la pobreza. Con la recesión, buena parte de ese segmento volvió a retroceder cayendo de nuevo en la pobreza.
En 2016, el liberal conservador Michel Temer asumió la presidencia, tras la abrupta destitución de la izquierdista Dilma Rousseff, e impuso una política de austeridad, aprobando un techo de gasto social para los próximos 20 años y una reforma laboral que dieron lugar a dos huelgas generales.
[caption id="attachment_817370" align="alignnone" width="696"] Gráfico: La Razón de México[/caption]
Si gana Bolsonaro, como indican las encuestas, se pondrá a prueba la capacidad de resistencia de los brasileños. La reforma de las pensiones de Temer (el gasto en esta partida es de 13 por ciento del PIB) fue paralizada por el Congreso, pero una victoria del de extrema derecha puede reabrir este proyecto. Haddad, del PT, dijo que ahondará en la redistribución de la riqueza e impulsará más inversiones en infraestructuras. Pero ninguno ha detallado cuáles serán sus recetas para reducir el déficit.
El Dato: La economía de Brasil es la mayor economía de América Latina en cuanto a PIB y la segunda de toda América, la sexta a nivel mundial según el FMI.