Había genuino interés por saber cómo trataría Donald Trump al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Y Trump no decepcionó. “Se han hecho enormes progresos”, dijo, refiriéndose al aumento del gasto en defensa por parte de algunos Estados miembros. “Cuando llegué, la situación no era tan buena”, celebró, “y ahora se están poniendo al día”. El presidente de EE UU y el secretario general de la OTAN se reunían ayer en la Casa Blanca en vísperas del discurso del político noruego ante el Congreso de hoy, que entre otras cosas sirve para conmemorar el 70 aniversario de la organización y la cumbre de la Alianza.
Nadie en Washington olvida que el presidente parece encontrar un especial placer en desairar a sus socios. La última vez hace apenas diez días, cuando con ocasión de la visita del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, Trump insinuó que era el momento de ampliar la OTAN para añadir a la potencia del sur. Un brindis al sol, pero que encaja con las pretensiones de muchos países teóricamente imposibilitados de entrar en el selecto club, y por supuesto con las quejas y disputas planteadas por Trump respecto a la vieja organización.
“Se han hecho enormes progresos. Cuando llegué, la situación no era tan buena y ahora se están poniendo al día”
Donald Trump
Presidente de Estados Unidos
A fin de cuentas, la OTAN pertenece al mundo de la Guerra Fría, responde a unos equilibrios y unos modos de hacer política de los que el actual mandatario de EE UU tiene a gala despreciar. Una semana después, llegaba la reunión con Stoltenberg. Que debiera de servir para limar las suspicacias y distorsiones que suscitan su actitud hacia la Rusia de Vladimir Putin y las conversaciones con el norcoreano Kim Jong Un. Con el primero, y por más que el fiscal Mueller haya exonerado de toda colusión a Trump y los suyos, siguen pesando demasiado algunos gestos. Respecto a Corea del Norte, nadie sabe bien cómo acabará el empeño por suspender su programa nuclear ni en qué punto terminarán las relaciones con socios clave como Tokio y Seúl. A los que por cierto Trump ha amenazado en varias ocasiones con retirar las prerrogativas militares.
De hecho éste fue uno de los puntos de fricción más enconados con países como Alemania. Trump no olvida a Angela Merkel. Precisamente, justo antes de la reunión, recordó que “honestamente, creo que Alemania no está pagando lo que le corresponde”. De forma inevitable, en la cita entre el presidente y el secretario general planeaba la sombra ácida del aislacionismo. Las grandes parrafadas retóricas contra la implicación excesiva de EU en los asuntos y negocios de la Vieja Europa. Sin duda, el intento, de que los otros socios de la OTAN adquieran las responsabilidades militares y económicas que, según la Casa Blanca, vienen eludiendo desde hace años.
Una pretensión que tiene mucho que ver con los brotes de nacionalismo que jalonan los mensajes más electoreros de un Trump abiertamente opuesto a las políticas de los “necon” expansionistas y globales de George W. Bush y, por supuesto, con su antecesor Barack Obama. Pero también existen consideraciones de orden práctico. A pesar de unos números económicos prodigiosos, EU cabalga sobre un déficit histórico. Entre los electores suena bien que el país recorte dispendios.
El Dato: El último país en sumarse a los 29 que actualmente conforma la OTAN fue Montenegro, que apenas se incorporó en junio de 2017.
Conciliador, Stoltenberg aclaró que confía en Trump. “Hay que recordar que el aumento que ahora vemos en el gasto de defensa de los aliados europeos y de la OTAN se produce después de años de declive. Antes estaban recortando miles de millones y ahora están agregando miles de millones”.