La presión del presidente de EU, Donald Trump, para que se investigue a su posible rival en las elecciones de 2020, Joe Biden, ha puesto en duda la firmeza que, asegura el propio magnate, tiene el respaldo de sus partidarios republicanos en el Congreso.
Los senadores Mitt Romney, Susan Collins, Ben Sasse y Lindsey Graham ya pusieron sobre la mesa su preocupación sobre las declaraciones del mandatario en un caso que lo puso al borde de la destitución.
Romney, quien de por sí ya estaba entre los enemigos de casa del presidente, declaró que el llamado de Trump a China para que investigue a Biden fue “terrible”.
“Cuando el único ciudadano estado-unidense que destaca en la investigación es el oponente político de Trump, en medio del proceso de nominación demócrata, se tensa la credulidad”, escribió el legislador en un comunicado, el viernes.
A los reproches de Romney, cuya crítica le valió que Trump pidera su destitución, le siguieron el fin de semana a los de Collins, otra republicana clave, quien aseguró que instar a China a investigar a Biden y a su hijo Hunter, como solicitó el presidente, es “completamente inapropiado”.
“El presidente cometió un gran error al pedir a China que se involucre en la investigación de un oponente. Es inapropiado”. La republicana de Maine rompió antes con su partido al votar iniciativas importantes en el Senado, donde los republicanos tienen una mayoría de 53-47.
Graham, por su parte, señaló anteriormente que no tiene interés en realizar una investigación a los negocios de los Biden. “No vamos a hacer nada”, dijo Graham cuando se le preguntó qué acción iba a tomar como líder del Comité Judicial del Senado con respecto a los tratos de Hunter Biden con Ucrania, según citó ayer el Washington Post.
“No tengo interés en abrir ese frente. No quiero convertir el Senado en un circo”, dijo Graham, considerada una de las aliadas más fuertes de Trump.
Los comentarios fueron el último ejemplo de fricción ocasional entre Trump y Graham, quien el mes pasado criticó el enfoque del presidente hacia su política respecto a Irán.
La separación de los republicanos clave respecto a Trump se da cuando los demócratas acumulan evidencias que pueden reforzar la investigación rumbo al impeachment o juicio político.
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Ayer apareció un segundo denunciante que alimenta la acusación de traición por la llamada entre el magnate y su par ucraniano, Volodymyr Zelensky; además de otra queja sobre la supuesta violación del mandatario a las reglas de auditoría presidencial.
Otros políticos que podrían romper con el presidente incluyen a Lamar Alexander, de Tennessee, quien se jubila el próximo año, y el presidente del Comité de Inteligencia del Senado, Richard Burr, de Carolina del Norte, según dos altos republicanos en contacto cercano con los senadores, citados por el Post.
Aun así, muchos más republicanos tendrían que unirse a ellos para alcanzar la mayoría de dos tercios en la Cámara alta, requerida para condenar al presidente y destituirlo de su cargo.
Si la Cámara juzga a Trump, como se espera, su juicio sería en el Senado, donde la mayoría republicana decidiría su destino. Si bien los senadores republicanos han entablado conversaciones en silencio sobre consideraciones constitucionales y morales, sus cálculos en este punto son casi completamente políticos.
Ésta no es la primera encrucijada republicana. Los legisladores del partido de Trump respaldaron al magnate en 2016, después del lanzamiento de la cinta Access Hollywood, en la que se jactaba de cometer agresiones sexuales, así como en los días más oscuros de la investigación de Rusia y a raíz de comentarios racistas.
Dado que una denuncia secreta el mes pasado desencadenó la investigación de juicio político, 48 por ciento de estadounidenses apoya el proceso contra Trump y 46 por ciento se opone, según un promedio de encuestas analizadas por The Washington Post. Sin embargo, entre los republicanos, 11 por ciento está a favor del impeachment y 86 por ciento se opone, según el estudio, publicado ayer.