Un “¡Viva Franco!” se escapó del austero y acotado acto de exhumación del exdictador español Francisco Franco del Valle de los Caídos, un monumento patriótico construido por él mismo, y del que se le retiró con el fin de quitarlo del pedestal nacional, como una manera de sanar las heridas a las víctimas de su mandato.
El acto, aclamado por el presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, como un paso hacia la reconciliación nacional, fue la medida más importante en años por parte de las autoridades para poner fin al fantasma del general cuyo legado aún divide el país que gobernó como un autócrata durante casi cuatro décadas.
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Sánchez declaró que desenterrar el ataúd y volver a enterrarlo en una tumba privada, una transferencia que la familia de Franco había tratado de bloquear a través de los tribunales, fortalecería los principios democráticos de España.
“La España moderna es el producto del perdón, pero no puede ser el producto del olvido”, dijo Sánchez en un discurso televisado a propósito de la exhumación.
“Un homenaje público a un dictador fue más que un anacronismo. Fue una afrenta a nuestra democracia”, agregó el líder, quien está en campaña electoral.
Su Partido Socialista, que se enfrenta a los comicios generales en noviembre próximo, siempre ha tratado de despojar al enorme panteón en el Valle de los Caídos de su condición de monumento a Franco. Fue construido por orden del dictador y contiene los restos de combatientes de ambos lados de la guerra civil que desató en 1936.
Alrededor de 500 mil personas fueron asesinadas en tres años de conflicto entre los rebeldes nacionalistas de Franco, respaldados por Hitler y Mussolini, y los republicanos de izquierda.
Decenas de miles de personas más fueron asesinados o encarceladas durante la dictadura, que duró hasta su muerte, décadas después.
En la ceremonia de ayer, rica en simbolismo de una época pasada y presenciada sólo por familiares y un pequeño grupo de funcionarios, el ataúd de Franco fue sacado de su tumba cuando una multitud de medios se reunió afuera.
Miembros de la familia llevaron los restos en un coche fúnebre hacia el helicóptero que lo llevó al cementerio de Mingorrubio, al norte de Madrid.
Allí, ante un telón de fondo de partidarios que cantaban su nombre, los restos de Francisco Franco fueron llevados a la bóveda familiar para ser enterrados junto a su esposa, en una segunda ceremonia privada.
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En busca de minimizar sus repercusiones en el país, el gobierno de España impuso un apagón mediático y prohibió a la familia de Franco que cubriera su ataúd con la bandera española.
En solidaridad con su antepasado, su nieto mayor y homónimo, Francisco Franco, llevó una bandera nacionalista de la era franquista al mausoleo.
Luego, los familiares decoraron el féretro con una corona de laurel de vencedor, una tela tejida con la insignia del escudo de la familia y cinco rosas que representan al partido Falange, que formó el núcleo de su gobierno nacionalista.
La ceremonia y sus símbolos dejaron ver cuán profundamente persisten las divisiones políticas y sociales sobre su legado histórico.
Poco después de su muerte, en un esfuerzo por facilitar la transición a la democracia actual, España aprobó un pacto que perdona los crímenes políticos cometidos bajo el periodo franquista. No fue sino hasta 2007 que el entonces gobierno socialista promulgó una ley que buscaba reconocer a los que sufrieron bajo su dictadura.
