Estaba inquieto. Caminaba de un lado a otro, fumaba sin parar. Esporádicamente empujaba con su bota el alambre de púas que tenía enfrente. “Mis nervios estaban en un punto de quiebre, tenía mucho miedo”, dijo años después Conrad Shumann. Del otro lado, en Alemania Occidental, un fotoperiodista captó la angustia que sufría el joven oficial que se convirtió en el primer desertor de la República Democrática Alemana (RDA), la oriental, que saltó la barrera que se convertiría en el Muro de Berlín.
La inquietud de Schumann era muy evidente. Sin conocerlo siquiera, los transeúntes del oeste comenzaron a llamarlo y alentarlo. Incluso, un policía de la RFA detuvo su patrulla. Algún conato de desmán distrajo la atención del resto de guardias soviéticos. De pronto, Conrad saltó el alambre de púas y enseguida se refugió en el asiento trasero de la patrulla, que arrancó estrepitosamente. “En tres, cuatro segundos todo terminó”, aseguró.
Conrad Schumann nació en marzo de 1942 en Zschochau, una comunidad al este de Alemania, a 150 kilómetros de la frontera con Polonia. Poco más de tres años después, el régimen nazi de Adolf Hitler sería derrotado por los aliados en el corazón del Tercer Reich, Berlín, donde el Ejército Rojo ondeó la bandera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La nación en la que Conrad creció y en la que lo hicieron sus padres fueron totalmente diferentes. Para el futuro soldado de la RDA, la normalidad era ver a su país dividido y controlado por las dos potencias hegemónicas tras el final de la Segunda Guerra Mundial: la URSS, en cuyo territorio le tocó nacer, y Estados Unidos, en quien se apoyaron el Reino Unido y el resto de los aliados para resurgir.
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Después de cumplir 18 años, el joven Conrad decidió enlistarse en la policía de la RDA. Fue entrenado en Dresden, la capital de Sajonia. Después, fue enviado a Postdam, la ciudad en la que en 1945 se reunieron el soviético Iósif Stalin, el estadounidense Harry S. Truman y el británico Winston Churchill y donde decidieron repartirse la influencia sobre la derrotada Alemania, además del control sobre su territorio.
Mientras que la occidental República Federal de Alemania (RFA) comenzaba a experimentar el boom económico de la postguerra, la RDA quedó sometida a los planes quinquenales dictados desde Moscú. Durante 12 años, miles de alemanes del este huyeron hacia el oeste, hasta que el Politburó se cansó de perder, sobre todo, profesionales calificados. Para entonces, Conrad acababa de cumplir 19 años.
El 15 de agosto de 1961, el joven oficial Schumann fue asignado para vigilar el cruce de las calles Ruppiner y Bernauer, en Berlín. Ese mismo día saltó la barrera de púas. Era el tercer día de la construcción del Muro que se mantuvo en pie durante 28 años, dos meses y 27 días y que se convirtió en el símbolo más explícito de un mundo bipolar, dividido entre capitalismo y comunismo, durante la llamada Guerra Fría.
Tras saltar hacia Alemania Occidental, Shumann se mudó a Munich, donde hizo una carrera de 27 años en una planta de Audi y tuvo un hijo. Por años se comunicó precariamente por correspondencia con su familia, pues el aparato soviético monitoreaba sus comunicaciones e incluso buscaba cómo engañarlo para volver al este.
Fue hasta después de la caída del Muro de Berlín, ocurrida el 9 de noviembre 1989, que Conrad volvió a reunirse con los suyos. Sin embargo, algunos de sus camaradas en Sajonia aún le reprocharon su abandono a la causa comunista, su salto hacia el Occidente.
Víctima de depresión durante años, Conrad se adentró en un bosque de Bavaria en junio de 1998. No dejó ninguna nota ni mensaje. Horas después, su esposa lo encontró colgado de un árbol. Así acabó la vida del alemán que pasó a la historia de su país y a la universal –además de merecer una estatua– saltando un alambre de púas.