“Aveces, al viajar en el Metro, me da por pensar que antes, en los tiempos del muro, ese trayecto de sólo unos minutos no se podía hacer; simplemente era imposible. Hoy pasas de un lado a otro sin tener conciencia, pasas por encima de las piedras de Oeste a Este, de Este a Oeste, donde se fincó el muro. Hoy es tan fácil que no dimensionamos lo que sucedió”.
Para Elisa Hafner, una estudiante alemana de 20 años, su generación, la de los jóvenes que son hijos de quienes vivieron la división del país, no es complicado conocer la información de lo que ocurrió en 1989, cuando un puñado de luchadores sociales quiso poner fin a la barrera impuesta por dos fuerzas poderosas que usaron a una nación como arena política. Lo que sí es complicado, lamenta, es aterrizar esta historia “en nuestra consciencia”.
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“Alemania hizo un trabajo muy bueno para recuperar la historia en las escuelas, pero recordar no es algo que se haga bien en tu casa; es decir, no hemos hecho un buen ejercicio para crear una consciencia entre la historia y nosotros mismos”.
"Alemania cayó por dos ideologías que se confrontaron. Un país sufrió, pero se levantó. Por eso Alemania es un símbolo de que es posible salir adelante, un mensaje para Corea, que sigue dividida”
En entrevista para La Razón, Elisa, quien vive en lo que antes se llamó la República Federal de Alemania (Oeste), cuenta que en su familia nadie le habló del Muro de Berlín como un acontecimiento “súper emocional” o “importante”.
“Tenía 11 años, cuando llegué a clases, los estudiantes mayores levantaron un muro enorme de cartón en la entrada. No dejaron pasar a ninguno. Nos pedían el pasaporte. Nadie de nososotros (los estudiantes menores) entendía, hasta que nos contaron que se conmemoraba el Día de la Reunificación de Alemania”.
Según Elisa, aunque no le tocó vivir en un país partido en dos, se da cuenta de que aun tres décadas después, la sombra del histórico muro todavía prevalece en la vida de los alemanes.
"Todavía pagamos la reconstrucción del Este con nuestros impuestos; por eso, en mucha gente del Oeste se ha despertado el odio, porque dice que los alemanes del Este son débiles e incapaces”
“Después de la caída del muro, en Alemania inició un programa de reconstrucción, el llamado ‘Dinero de solidaridad’; esto serviría para que el Este pudiera levantarse del atraso en infraestructura. Esos recursos todavía los pagamos con nuestros impuestos; por eso, en mucha gente del Oeste se ha despertado cierto odio, porque dice que los alemanes del Este son débiles, que son incapaces y que se aprovechan del Oeste”.
En este sentido, Marie Retzlaff, una joven berlinesa de 24 años, recordó cómo estas divisiones se viven en el humor cotidiano de los más jóvenes, quienes sin pensar en la sensibilidad del tema, hacen chistes de las carencias que todavía se ven en el Oriente alemán.
“Por ejemplo, cuando alguien va al Oeste y regresa al Este suele decir que trajo plátanos”, en alusión a la pobreza que se vivió en la región controlada por la Unión Soviética entre 1945 y 1989.
En contraste con Elisa Hafner, quien piensa que la caída del Muro de Berlín fue apenas “el primer paso para una reunificación” que todavía no termina, Marie opina, como muchos de su edad, que el colapso de esta barrera, dio pie a un rostro de la ciudad más divertido, después de un episodio gris en el que muchos alemanes perdieron la vida en su intento por cruzar.
“La primera vez que supe de este tema fue en la secundaria. Antes de eso, mis papás, que sí vivieron la caída del muro, no me lo contaron como un evento especial o emocional, una simple anécdota.”
“Había muchos edificios abandonados en esa zona de muerte; (tras la caída) los usaban para hacer muchísimas fiestas”. En la actualidad “todavía sobrevive uno de esos lugares, se llama Triso, y es un antro gigante y muy especial para Berlín”.
Retzlaff opina que la caída del Muro “fue un momento de cambio total, porque Berlín se convirtió en un lugar de fiesta; fue más atractiva para toda la gente en todo el mundo. Hoy los turistas saben que aquí pueden pasar un fin de semana de fiesta de locos”.
Recordar este momento histórico es bueno, compartió Marie, pues esta caída representa la reunificación de familias. “Se termina un sistema malo, porque hay mucha fiesta, felicidad y libertad. Es un evento que también nos hace recordar que los muros no son ninguna solución”.
Pero el ambiente festivo que impera en la capital de una de las economías más fuertes del mundo no resulta igual para un veterano que decidió alejarse de Alemania antes de que la barrera se borrara.
Jürgen Menzel, un ciudadano alemán de 80 años, radicado en México, prefiere vivir apartado de ese capítulo. “Yo salí de Alemania mucho tiempo antes (de que se construyera el muro de Berlín), yo no quise tener ese vínculo. “Yo estuve en Alemania Federal. Claro (que me provocó un sentimiento) porque conozco la guerra, la recuerdo bien, pero es difícil (platicarlo), ya tengo mis años y quiero vivir en paz”.
El Dato: Por la maltrecha economía, en contraste con el crecimiento del Oeste, 3.5 millones de alemanes orientales huyeron al Berlín occidental.
Con información de Evert G. Castillo
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