Trump perdió un juego de poder. Después de que el presidente de Estados Unidos reivindicara su “autoridad total” sobre los gobernadores, en la decisión de establecer cuándo y cómo reabrir la economía —bloqueada ante la expansión del Covid-19—, en un cambio radical, lo que se anunciaba como una orden dictatorial quedó en apenas un par de recomendaciones.
En su conferencia informativa diaria, ayer, el mandatario dio a conocer una “guía” para la reapertura gradual de partes de la economía estadounidense, que deja las decisiones finales a los gobernadores.
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El documento de 18 páginas, que se construyó no sin antes pedir la opinión de mandatarios locales, recomienda que los estados no levanten las restricciones destinadas a frenar la propagación, hasta garantizar que tengan una trayectoria descendente en el número de casos confirmados de coronavirus.
También sugiere asegurarse de que haya una disminución en los casos documentados durante un periodo de 14 días, que se cercioren de que los hospitales puedan tratar a todos los pacientes y que tengan un programa de pruebas sólido, que incluya revisiones para trabajadores de salud en riesgo. Todo esto, antes de pasar a un proceso de reapertura escalonado.
De acuerdo con la Casa Blanca, el objetivo de esta guía es mitigar el riesgo de un resurgimiento en los casos y proteger a las poblaciones vulnerables, como ancianos y personas con otras afecciones de salud.
El protocolo federal insiste en que su implementación depende de las decisiones de las autoridades estatales o de cada condado, según su contexto.
En la conferencia de prensa, Donald Trump argumentó que el plan para “Abrir Estados Unidos de nuevo” (“Opening up America again”) se presenta en virtud de que la nación “ya superó la cima de los casos de Covid-19”, una nota de optimismo cuando la primera potencia aún lidia con miles de contagios, como el principal foco de la pandemia en el mundo.
“Para preservar la salud de nuestros ciudadanos, también debemos preservar la salud y el funcionamiento de nuestra economía. A largo plazo, no se puede hacer uno sin el otro”, declaró el magnate.
“Un bloqueo prolongado combinado con una depresión económica forzada infligiría un costo inmenso y amplio en la salud pública”, continuó, al externar su preocupación por una nueva depresión, uno de los factores que derrumban su éxito en la campaña por la reelección.
Hasta ayer, el coronavirus había infectado a más de 653 mil personas en Estados Unidos, y provocado la muerte a más de 31 mil, con una profunda herida colateral en la economía, después de que los gobernadores ordenaran el cierre de negocios no esenciales e instaran a los residentes a quedarse en sus hogares.
En apenas cuatro semanas, más de 22 millones de estadounidenses han presentado solicitudes del seguro de desempleo y los dueños de negocios se han apresurado a adquirir subvenciones y préstamos para mantenerse a flote.
Los principales diarios estadounidenses informaron ayer que Trump se dirigió a los gobernadores para decirles que los dejaría “tomar sus propias decisiones”, y que algunos podrían elegir comenzar a reducir las pautas de distanciamiento social, incluso antes del primero de mayo.
El aplazamiento a los gobernadores está muy lejos de la afirmación de Trump el pasado lunes, sobre que tenía “autoridad total” para ordenar a los estados que levantaran el distanciamiento social que ha obstaculizado a la economía. Pero en los últimos días, el mandatario cambió el rumbo y dijo que “autorizaría” a los gobernadores a avanzar como lo creyeran oportuno, después de que sus declaraciones inspiraron un amplio rechazo por parte del círculo político y la opinión pública.
El cambio es una concesión por la que los líderes estatales habían luchado, para desempeñar un papel de liderazgo en determinar la mejor manera de reducir las restricciones.