Un día como hoy, en 1945, ante la inminente derrota, el temible dictador nazi, Adolf Hitler, de 56 años, acorralado por el ejército soviético en su búnker de Berlín se quitó la vida junto a su esposa, Eva Braun, una fotógrafa de 33 años quien contrajo matrimonio con el líder del Tercer Reich, apenas un día antes.
El 30 de abril es una cita relevante de los alemanes con su pasado. Es el símbolo de la aniquilación de un régimen que aterrorizó a toda Europa, responsable de capturar, torturar y asesinar a cerca de 11 millones de personas, entre judíos, gitanos, homosexuales y grupos ideológicos no compatibles con el sueño de preservar “la raza pura”.
Para muchos, esta fecha significa un alivio, ya que el episodio de horror terminó. Hitler se fue, pero a los alemanes les tocó pagar la factura de sus crímenes. La nación fue partida en dos, miles de familias fueron seperadas por un muro físico que terminó por flagelar aún más al país por al menos cuatro décadas más.
Setenta y cinco años después, ¿Qué ha sido de Alemania? ¿Se ha recuperado del trauma marcado por la guerra y la ideología supremacista?
Rudolf de Baey, director general del Instituto Goethe México, intenta responder a este diagnóstico histórico: “todavía existen en Alemania, en Europa así como en todo el mundo pequeños grupos que simpatizan con la ideología del nacionalsocialismo. Los crímenes y las agresiones siempre tienen su atractivo (para estos colectivos). Al parecer siempre hay adeptos para la ideología de la unión nacional y la pureza racial”.
En entrevista para La Razón, Baey consideró que los brotes de odio están generados, en su mayoría, por la insatisfacción de las personas que odian.
Esta insatisfacción se ha refrescado en las crisis económicas posteriores, que hacen que los nostálgicos de Hitler tengan motivos para desear volver a este punto. Apenas en 2008, el desplome económico disparó todas las alarmas ante una posible subida de la inflación, uno de los factores que resultaron determinantes para el ascenso del Partido Nacionalsocialista en la víspera de la Segunda Guerra Mundial.
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Diez años después, la crisis de los migrantes en Europa. Alemania vio renacer una nueva ola de odio racial en algunos sectores, traducida en una cadena de victorias electorales del ultraderechista partido Alternativa para Alemania (AfD) –una fuerza política que si bien se ha querido desligar del nazismo, abraza muchos de sus principios—.
El año pasado, el AfD ganó una presencia considerable en los parlamentos estatales, algo que fue interpretadao como el resurgimiento de una ideología que nunca murió, sólo aguardaba desde algún punto para salir a la luz del público.
LA REDENCIÓN
Tres cuartos de siglo después de la caída de Adolf Hitler, la Alemania aislada y supremacista ahora se vanagloria de abanderar una visión multilaterialista del mundo, con su canciller Angela Merkel, ahora en conflicto con los Estados Unidos de Donald Trump, quien ganó la presidencia de su país, paradójicamente con una agenda nacionalista: el America first.
En su novela, La casa rota, Horst Krueger escribió: “este Hitler se va a quedar con nosotros hasta el final de nuestras vidas”.
En esta lucha por la redención de Alemania, por su lucha contra el fantasma del dictador del Tercer Reich, la canciller Merkel, quien hoy es, además, la mujer más poderosa de Europa, tomó una decisión que enojó a los nacionalistas de su país: para impedir una catástrofe humanitaria en Hungría, permitió la entrada en el país de un millón de refugiados; una orden entendida como un gesto de redención histórica ante un pasado que reaparece siempre.
Merkel no ha sido la primera canciller en lidiar con la consciencia del impacto de Alemania en su historia contemporánea. Su antecesor, el exjefe del gobierno alemán, Helmut Kohl, recordó en sus memorias las palabras de la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher tras la caída del Muro de Berlín en 1989: “Dos veces hemos derrotado a los alemanes, y otra vez han vuelto a resurgir”.
Años después, Kohl recordó el impacto del nazismo en su juventud. “Como muchos de mi generación, lo viví de primera mano, y actué guiado por el deseo de impedir otra guerra a cualquier precio”, declaró el fallecido canciller, que tenía 15 años de edad cuando el general Alfred Jodl, representante del Alto Mando del Ejército alemán, firmó la rendición en el cuartel general aliado en la ciudad francesa de Reims.
Cuatro meses después, en septiembre de 1945, Japón haría lo mismo tras su derrota en el Pacífico y la destrucción de Hiroshima y Nagasaki.
CONMEMORAR EN PLENA PANDEMIA
Las ceremonias oficiales programadas a propósito del aniversario de la rendición de la Alemania nazi fueron canceladas por las medidas de restricción para contener la pandemia del Covid-19; en su lugar, se creó la exposición virtual: Hacia Berlín y más allá.
Pero estos actos, que intentan decirle al pueblo alemán que un mundo sin racismo es posible se han visto empañados frente a actos de terrorismo doméstico, perpetrado por estos grupos que se niegan a mantener la lucha por sanar las heridas de un pasado que se resiste a nublarse.
En octubre pasado, un hombre armado asaltó una sinagoga en la ciudad de Halle, en el este del país, en el que murieron dos personas; un acto descrito por la Fiscalía como “motivado por sentimientos antisemitas, racistas y xenófobos”.
Y en el plano político, el AfD sigue avanzando en campañas electorales locales, con un discurso negacionista de lo que vivió Alemania en hace 75 años. Hace dos años, una de sus figuras más destacadas, Alexander Gauland, declaró que la era del Tercer Reich fue “sólo una mierda de pájaro” en los mil años de historia del país.
EL RESURGIMIENTO DE MERKEL Y LA DEMANDA DE QUE SE QUEDE
Desde que Angela Merkel anunció, en octubre de 2018, que no buscaría un nuevo mandato en 2021, su presencia ha sido opacada por el asenso de la ultraderecha en el país, una situación que preocupó a Europa sobre el rearme político que experimentará una de las economías más importantes de la Unión Europea a partir del próximo año; sin embargo, la crisis sanitaria del Covid-19 y el liderazgo que demostró la canciller, para alzarse con una victoriosa respuesta que ha mantenido al virus a raya, ha hecho que sus partidarios le supliquen que se quede.
Mientras el AfD y la oposición de derecha aguarda con ansias el final de la era Merkel, que comenzó en 2005, la política se posicionó en el centro de atención, al no dudar en recuperar el mando para enfrentar la pandemia.
Su regresó a la primera línea fue notable. Esperó hasta el 11 de marzo para comparecer ante los medios y referirse por primera vez a la pandemia, cuando en Alemania había poco menos de 2 mil infectados.
Muchos pensaron que, en la lógica de su retiro, la canciller iba a delegar la batuta a su ministro de Sanidad. Pero no. Por primera vez en la historia reciente de la República Alemana y en los 14 años de su mandato, Merkel se dirigió a todo el país a través de un mensaje fuerte en el que no obvió la dureza del virus aunque se apoyó en una respuesta y confianza que llevó al país a posicionarme como la mejor respuesta mundial en la lucha contra el Covid-19.
[caption id="attachment_1152340" align="aligncenter" width="3600"] German Chancellor Angela Merkel arrives to give a press conference following the European Council video conference, in Berlin, Germany, Thursday, April 23, 2020. (Michael Kappeler/Pool via AP)[/caption]
“Esto va en serio”, advirtió la que por aquel entonces era la líder del país pero que, tras esas palabras, pasó a ser la cabecilla en la lucha contra la pandemia. Prometió integridad y transparencia; pero sobre todo empatía con sus compatriotas.
Prueba de que en los últimos días la canciller ha recuperado el lugar más alto del podio que mide la popularidad entre los políticos alemanes, su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) inste a Merkel a presentarse otra vez como candidata a canciller. La quinta consecutiva.
En las encuestas, la crisis del coronavirus ha levantado a la CDU de la canciller con 10 por ciento más en apenas tres semanas y, tras años de caídas, nuevamente está significativamente por encima de sus resultados en las elecciones al Bundestag (Parlamento) de 2017.
El SPD, su socio de coalición, también está al alza. A la contra, el partido de Los Verdes y los populistas radicales de Alternativa para Alemania (AfD) experimentan hoy pérdidas importantes, lo cual, lejos de suscitar críticas a la gestión de Merkel, está siendo correspondido con elogios ante la gestión de la crisis. Una vez más, el ejecutivo de Merkel lidera.
La población también cierra filas con la líder. Según una encuesta de la televisión pública ARD, 75 por ciento de los alemanes está satisfecho con la gestión de crisis.
No está claro si Merkel aceptará el desafío de continuar, cuando la coyuntura y la amenaza de la ultraderecha y de los nostálgicos de Hitler aguardan que se aparte del poder. Pero si algo pueden aprender los alemanes de esta contingencia que tomó al mundo entero por asalto es que la unidad de un pueblo es capaz de sanar las fuertes heridas que dejó un régimen de terror, cuyas consecuencias ya han pagado lo bastante.
ntb