RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA
Tinta ITAM
Disentir y protestar es un lujo cuando se realiza sin repercusiones sobre nuestra integridad. Las diferencias ideológicas, religiosas y culturales tienen cabida en una sociedad democrática, libre y abierta. Al menos, esa es la promesa a la que como humanidad aspiramos. Nuestro progreso se mide a partir de nuestras preocupaciones diarias y es por ello que no reconocer las contradicciones de nuestra época es ignorar por completo las luchas históricas que nos heredaron paz. Es abandonar la esperanza de dejar este mundo mejor que como lo encontramos y no reconocer que somos la generación más privilegiada dentro de todas las que nos antecedieron. Las incongruencias existen tanto al interior de México como alrededor del mundo. Dos en particular cimbran los basamentos sobre los que las sociedades modernas se construyen: el terror y el fanatismo. La creación de los derechos humanos supone un reconocimiento a lo que por naturaleza compartimos, pero los brotes de terrorismo nos hacen retroceder siglos y desechar las conquistas que la razón ha alcanzado.
No existe acto más repudiable que atentar contra la vida de otro con el fin de convencerlo a él o a su semejante. No existe esclavitud más anti natura que vivir bajo el yugo del terror. Y quienes promuevan lo uno o lo otro, sin importar su propósito, deberían ser considerados enemigos de la humanidad. No sólo por las atrocidades que cometen, sino también por ignorar cualquier avance que como colectividad hemos alcanzado. Algunos lo han hecho llamándolo civilizatorio, otros en nombre de un "progreso" no compartido por todos; hoy se realiza con una “bendición” metafísica. En todos los casos, combatir con la fuerza a los diferentes es primitivo. Estar a la altura, como especie humana, de encarar nuestro tiempo es necesariamente vencer convenciendo: la prueba de fuego para las ideas es someterlas a escrutinio racional y democrático.
El mundo recibe hoy la noticia de un atentado en París, Francia. Explosiones, balaceras y toma de rehenes difunden el terror mientras escribo estas líneas. ¡Qué mayor contradicción que el pueblo cuyo proceso histórico heredó “La Ilustración” padezca hoy los efectos de la intolerancia y el fanatismo religioso! El simbolismo duele. Si algo demuestra la historia de Francia es que la razón es la mejor defensa contra el totalitarismo. Entendiendo se aprende, se tolera y se construye.
Este crimen y todas las expresiones de terror en el mundo merecen nuestra indignación y condena. El no padecer la tragedia de la misma manera no es motivo suficiente para que triunfe la indiferencia; basta salir de nuestros hogares para encontrar atentados contra la libertad. Y el silencio sólo beneficia al opresor. No existen palabras en el idioma español para expresar mi solidaridad y empatía hacia el pueblo francés, pero baste decir que el rechazo a lo sucedido es compartido y el deseo de paz es urgente. La muerte de más de sesenta civiles inocentes y decenas de heridos es un ataque contra los valores universales que gozamos y debemos perfeccionar. Cada uno desde su rincón del planeta y bajo la trinchera de su vocación.
“Los prejuicios son la razón de los tontos.”
“La estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás."
Voltaire
@RaulAbCastro
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