Pese al Endurecimiento de políticas ante las manifestaciones, simpatizantes de la líder consejera Aung San Suu Kyi salieron otra vez a las calles en Yangún, y otras ciudades en Myanmar, para externar su rechazo a la dictadura y mantener la desobediencia civil.
Por tercer día consecutivo se registraron movilizaciones para exigir la liberación de los funcionarios que llevan más de una semana detenidos, lo que elevó la tensión entre las Fuerzas Armadas y los ciudadanos.
Para contrarrestar estas acciones, la Junta Militar del país prohibió por decreto las concentraciones de más de cinco personas y discursos públicos e impuso un toque de queda de las 20:00 a las 04:00 horas del día siguiente.
Esto en respuesta a la parálisis provocada por la huelga de trabajadores y las protestas más numerosas, desde 2007, a las que se sumaron médicos y enfermeras, y que afectan principalmente al centro económico de Myanmar.
Con el grito “¡abajo la dictadura!” y los llamados para liberar a los presos políticos, los inconformes elevaron la disputa con el Ejército, que intentó reducir las protestas, disparando chorros de agua contra los manifestantes en la capital Naypidaw por más de media hora y que derivaron en la detención de unas 160 personas.
Ante la escalada de manifestaciones, los militares incluso amagaron en la televisión estatal MRTV con tomar “acciones legales”, pues las muestras de apoyo a Aung San Suu Kyi “dañan la estabilidad y seguridad del país”.