Líderes de Francia, Alemania, Italia y Rumania externaron su respaldo al gobierno de Volodimir Zelenski a nombre de la Unión Europea (UE), en un fuerte rechazo a Rusia, pues condenaron la brutalidad de 16 semanas y los crímenes de guerra.
Al cumplirse 113 días de la invasión, Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Mario Draghi viajaron a Kiev, grupo al que se sumó Klaus Iohannis, para redoblar el apoyo mostrado por Estados Unidos y comprometerse a reforzar a sus fuerzas y apoyar la adhesión, aunque aún no hay una definición y se resistían a enviar armamento por la presión del Kremlin, sector al que le inquieta que Kiev sea el número 28 del bloque.
Fue casi un mes después de la guerra cuando Zelenski solicitó formalmente su ingreso para fortalecer a la región ante la amenaza rusa, que ya ha asesinado a 12 mil personas, según datos locales.
No obstante, aunque prometen acelerar el proceso, pues la próxima semana se analizará, la inclusión podría alargarse meses o años, mientras el ejército de Ucrania resiste severos combates en Donbás y desconfían de los intentos de Rusia para rescatar a 500 personas atrapadas en Azot, nuevo blanco del invasor.
Durante la visita, que incluyó recorridos por Irpin, junto a personal de las Fuerzas Armadas de Zelenski, los mandatarios fueron testigos de la destrucción con decenas de inmuebles convertidos en escombros, mientras en la región resonaban sirenas antiaéreas. Con esta ciudad de evidencia, repudiaron los bombardeos rusos y crímenes de guerra que siguen bajo investigación, incluso Macron recriminó las masacres al recordar los hallazgos de decenas de cuerpos en Bucha, hecho que calificó de “barbarie”.
Asimismo, coincidieron en reconocer el heroísmo de los combatientes ucranianos, mismos que, pese a contar con menor armamento y de bajo impacto, han logrado contener a los enemigos.
En torno a la suma a la UE destacaron que empujarán su estatus de candidato, pues ello dará más herramientas para garantizar su seguridad, tema en el que ministros de Defensa en Bruselas resaltaron la urgencia de no abandonar a Ucrania, mientras que Zelenski dijo que esperan nuevas entregas de armas para reducir al mínimo los ataques de los ocupantes.
Quien tomó la batuta en el respaldo fue Macron, quien un día después de sugerir retomar el diálogo con Vladimir Putin, garantizó a Kiev seis cañones tipo César para que se defienda de la embestida, pues recalcó que estarán junto a Ucrania “el tiempo que haga falta hasta la victoria”, hecho que ratificó ante Zelenski si decide volver a un diálogo.
Los demás fueron un poco más cautos al comprometerse, pero luego de la visita se reveló que Alemania los dotará de sistema de misiles a más tardar en dos meses, pues “pertenece a la familia europea”, por lo que agradeció la confirmación para sumarse a la reunión del G-7.
A través de redes sociales dijo que seguirán defendiendo a una nación que ha sido víctima de una “crueldad inimaginable” y brutalidad máxima.
En tanto, Draghi resaltó que no hay motivos para impedir su integración a la UE, pues ha demostrado su compromiso con “la democracia y la libertad”, pilares del bloque. Y apuntó que los apoyos no son sólo durante la guerra, pues ya prevén reconstruir lo que ha devastado el invasor, como escuelas y hospitales.
Y, pese al encuentro entre los cinco mandatarios, no se dieron detalles de nuevas exigencias de Zelenski, quien ha reconocido que la región sufre fuertes pérdidas, materiales y de civiles, y que aún lucha por recuperar a los prisioneros de guerra, incluidos los extranjeros condenados a pena de muerte.
En tanto, el Kremlin cuestionó el reciente apoyo del gobierno de Joe Biden a Ucrania, pues esa escalada lleva la relación a un punto “caliente”, según el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, quien indicó que no se doblegarán con sanciones.
El representante de Putin dijo que enfrentan un “estrangulamiento económico y un aislamiento”, mismo que reprochó no se aplicó ni siquiera durante la Guerra Fría; incluso, algunos líderes acusaron a esa potencia de ahondar la división y la llamada “rusofobia”.
- El dato: Un supuesto espía ruso fue detenido por el gobierno de Países Bajos cuando pretendía infiltrarse en la Corte Penal Internacional, misma que investiga al Kremlin por crímenes de guerra.
