Desde diferentes trincheras, mareas en su mayoría moradas y tonos verdes invadieron decenas de países al unirse en un solo grito en defensa de sus derechos para romper con la violencia de género ante el alza de feminicidios, la desigualdad y restricciones a nivel internacional.
Millones de ciudadanas se sumaron al clamor para visibilizar una lucha permanente, que la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) admitió enfrenta “enormes obstáculos”. En pequeños grupos y hasta grandes multitudes tomaron avenidas principales y plazas públicas en países como España, Francia, Alemania, Italia, Estados Unidos, México, Chile, Colombia y Brasil, entre otros, mientras que en Pakistán, Indonesia, Israel, Afganistán e Irán la presencia fue mucho menor.
Con cadenas humanas y agitando pancartas con mensajes como “nunca más”, “sin miedo” y en las que también aludían a las que hoy ya no pueden
marchar, hijas, madres, hermanas y amigas se lanzaron contra el patriarcado y la opresión, que insisten el relegarlas a segundo término y apagar su voz, lo que provocó enfrentamientos para contenerlos a disparos de gas lacrimógeno como sucedió en Turquía.
Así desde diferentes latitudes y contra gobiernos contrarios demandaron su derecho al acceso a la educación, a abortar, de libertad de protestar, por la igualdad salarial y una gama amplia de los que, recriminan, sí gozan los hombres.
Y es ante el contexto internacional, la mira está en aquellos regímenes considerados focos rojos que ante normas islámicas las restringen severamente por el simple hecho de ser mujeres.
Tal es el caso de Afganistán e Irán, donde cada día aumentan las voces por un cambio de vida. En el primer caso, considerada la nación más represiva según Naciones Unidas, el Talibán intenta borrarlas de la esfera pública y política, pues desde el 2021 las alejó del gobierno y las escuelas, al bloquear su acceso después del sexto grado académico. Mientras que el régimen de Ebrahim Raisi mantienen una fuerte represión al asesinar a jóvenes que protestan por sus derechos desde septiembre pasado, tras las peores marchas en la historia tras el polémico crimen de Mahsa Amini, ejecutada por presuntamente portar inadecuadamente su hiyab.
Otro caso similar es Rusia, pues en la guerra contra Ucrania acumula miles de víctimas de ese género, pues se han documentado crímenes como violencia sexual para aterrorizar al pueblo.
Por ello mujeres de Occidente respaldaron a aliadas de Medio Oriente al reconocer los retos que enfrentan con gobiernos que consideran que no deben reclamar y que aún dependen de un hombre incluso para salir de casa.
Aunque activistas y organismos aplaudieron avances políticos y en materia judicial, hay países estancados o, peor, que echan atrás derechos ganados.
Y es que la lucha se extienden a otras latitudes con severos retrocesos, incluso en potencias, donde se creería que hay más avances. Ejemplo de ello es Estados Unidos donde exigieron garantizar el aborto en el primer #8M desde que la Suprema Corte arrebató esa despenalización, hecho por el que estados republicanos acortaron el plazo para interrumpir un embarazo, al limitarlo a semanas en las que ellas desconocen su condición.
En otras zonas, se sumaron a la lucha en formato digital al señalar que no hay garantías de protestar por el riesgo de ser detenidas al no tener “permiso”.
Tal es el caso de las cubanas que se unieron sólo en redes sociales por el férreo control en la isla; mientras que en Nicaragua el clamor fue apagado por un gobierno que arresta y asedia a la oposición y sólo presume a “mujeres” sandinistas. En Hong Kong denunciaron que el gobierno controló las marchas al “avalar”, tras días de contención, unas marchas.
Además, hay casos en los que este furor no se extendió como en Siria, que busca recuperarse tras la devastación por los terremotos que la azotaron el mes pasado, por los que contabilizaron más de 50 mil decesos junto a Turquía.
