El Ejército de Liberación Nacional (ELN) asesinó a nueve militares durante un operativo cerca de la frontera con Venezuela, un acto que el gobierno de Colombia consideró una afrenta a sólo unos meses de retomar el diálogo de paz.
Mandos de las Fuerzas Armadas acusaron directamente a esta agrupación de emboscar a los efectivos cerca de una base militar en Catacumbo, en Santander, al detallar que sorprendieron a éstos con explosivos y artefactos caseros durante una revisión de un oleoducto como parte de sus tareas, pues temían que se tratara de un operativo en su contra, hecho que dejó también nueve heridos.
Al respecto, el comandante Helder Giraldo rechazó cualquier alegato de una posible acusación de una violación al cese el fuego, pues sostuvo tras confirmar la caída en el cumplimiento de su deber de dos cabos y ocho soldados que su equipo no era una amenaza; sin embargo, la organización respondió con fuerza en un acto que va contra el plan del presidente de recuperar la tranquilidad, otros revés a sólo unos día de reactivar la persecución contra el Cártel del Golfo, grupo que incumplió los acuerdos del alto al fuego a nivel nacional.
Tras el ataque, el presidente ordenó una reunión de emergencia con la delegación de paz que negoció con ese sector, previo a la tercera ronda de negociaciones que se llevaría a cabo en Cuba, luego del apoyo de México y Venezuela.
En dicho proceso se prevé evaluar los fallos y qué llevó al ELN a acabar con la vida de los militares, esto luego de repudiar la emboscada contra el pelotón, pues esto no abona al camino trazado para “lograr la paz”, pues el agresor se niega a deponer las armas. Posición a la que se sumó el gobernador, Silvano Serrano, al denunciar que actos así se repitan cuando el gobierno federal abrió la puerta a un diálogo permanente.
Por separado, el ejército y la Policía Nacional reiteraron su disposición para acabar con estos actos al refrendar que la prioridad de Colombia es poner fin a los ataques violentos.