Los festejos y representaciones se volvieron a hacer presentes en Filipinas, donde con crucifixiones reales reviven la muerte de Jesucristo, luego de tres años de estar suspendidos por la pandemia de COVID-19.
Durante Semana Santa, miles de fieles asisten a procesiones o acuden a misa en alguna de las abarrotadas iglesias del país asiático con mayoría cristiana; sin embargo, otras decenas de católicos se azotan la espalda desnuda con látigos hechos con varas de bambú para demostrar su devoción hacia el salvador del mundo.
Desde hace 50 años, diez personas son elegidas para ser crucificadas
El principal escenario donde se llevan a cabo estas crucifixiones y flagelos es la localidad de San Pedro de Cutud, ubicada en la provincia de Pampaga, al norte de Manila, donde como es costumbre, 10 personas son elegidas entre cientos de candidatos para representar el sacrificio de Jesucristo.
Ahí, los elegidos son cubiertos de la cabeza con sacos negros y jalados con lazos, mientras el público les grita al tiempo que son azotados con las fustas mojadas con agua para que su sangre se coagule.
Crucifixión dura 10 minutos
Tras una larga procesión en la que los designados suelen cargar una cruz de madera de casi 40 kilos durante casi dos kilómetros, se realiza una crucifixión de no más de 10 minutos, ya que exceder el tiempo podría ser mortal para los católicos elegidos.
Al terminar la representación de la muerte de Jesucristo, los mártires son desclavados y atendidos por servicios médicos.
Iglesia católica no aprueba está tradición filipina
Debido a lo sangriento y brutal que es este ritual católico, el Vaticano ha exhortado en más de una ocasión dejar de realizar estas prácticas, que son defendidas por muchos fieles del país e incluso atraen hasta 40 mil turistas cada año.
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