La rebelión rusa se convirtió en el mayor signo de debilidad del invasor al exponer que el presidente Vladimir Putin perdió el control, según declaraciones del líder defensor, Volodimir Zelenski.
A más de una semana del intento de sublevación del Grupo Wagner, el mandatario sostuvo en entrevista con CNN que ese acto fue clave para “desmoronar” al rival; sin embargo, apuntó que no es ninguna garantía del fin de la guerra, por lo que sus fuerzas siguen firmes en la contraofensiva a 495 días de la invasión.
Aclaró que el golpe interno del rival los beneficia, pero no es suficiente. Insistió que la única manera de poner fin al conflicto es expulsar a los enemigos y recuperar sus territorios, al reiterar que Crimea es un objetivo, pues fue el primero que el invasor se anexó, en 2014, y no renunciará a él.
Por separado, el líder de los mercenarios, Yevgeni Prigozhin, reapareció para advertir a Rusia. Pese a que canceló el reclutamiento en Bielorrusia, dijo que preparan “más victorias en el frente”, lo que pareció un mensaje para el ejército ruso.
Asimismo, recalcó que el objetivo de la insurrección que no prosperó era luchar contra los traidores, mientras los ocupantes bombardean ciudades como Sumi donde mataron a un civil ayer.
Coincidentemente ese día, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, minimizó su plan al detallar que sus provocaciones no afectaron sus objetivos, pues la resistencia se sobrepuso a ese golpe.