Tras las críticas por la tibia respuesta al cambio climático, la COP28 en Dubái acordó dejar atrás los combustibles fósiles, apuesta que ya se había empujado desde hace tiempo.
Unas 200 naciones presentes en territorio árabe se comprometieron por primera vez, en un hecho sin precedentes, a abandonar esas energías contaminantes, como el carbón, gas y petróleo, para abrirse a una transición verde “ordenada” y atajar los peores efectos del calentamiento global, justo cuando el 2023 se convirtió en el año más caluroso.
Con ello se busca acelerar las metas fijadas para garantizar las cero emisiones rumbo a 2050, pues dicha ruta evitará la temida alza de la temperatura, de hasta 1.5 grados centígrados más en comparación con la era preindustrial, como establecieron expertos en el Acuerdo de París, tema por el que el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, recalcó que tal medida era “inevitable” y advirtió que ojalá no sea muy tarde.
Sin embargo, la acción parece sólo una contribución más. Ante la mira crítica de activistas, quienes exigen medidas específicas, el compromiso no es explícito, y anticipan que algunos firmantes, entre ellos las principales potencias, no implementen cambios para eliminar gradualmente o de tajo el uso de estos combustibles, ya que ni siquiera se abrió al debate y la fecha límite para ello está a más de dos décadas de distancia.
Ante lo que algunas naciones reviraron el reclamo al sostener que uno de los compromisos establece triplicar las energías renovables, lo que los aleja del sector contaminante.