Putin dijo adiós al 2023 con mira electoral

Anuario: Rusia y Ucrania cierran otro año de combates en situación empantanada

El presidente Zelenski pidió a aliados, como EU, no frenar financiamiento ante fuerzas rivales; régimen invasor intentó replicar los ataques a la infraestructura en pleno invierno

Residentes ucranianos y personal de rescate evidenciaron los daños provocados por la ofensiva del invasor.
Residentes ucranianos y personal de rescate evidenciaron los daños provocados por la ofensiva del invasor. Foto: AP

Entre el estancamiento del apoyo global y el plan del rival por celebrar las primeras elecciones en guerra para perpetuar al presidente Vladimir Putin en el Kremlin, Ucrania y Rusia se aproximan al segundo año de combates.

Y es que después de casi 700 días de bombardeos, el régimen que insiste en desgastar al rival se mostró más fuerte al aprovechar el agotamiento en el reparto de suministros pues, aunque Kiev recibió a inicios de año armamento, tanques y cazas de combate de aliados como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el G-7 y otras potencias, hoy esas garantías se diluyeron, reflejando un menor entusiasmo.

Con ese escenario se temen nuevas embestidas contra la resistencia ucraniana, civil y militar, ya que se le agotan las reservas.

En tanto, el régimen de Putin intentó replicar la estrategia del invierno pasado para nulificar el sistema energético del pueblo contra el que cometió actos genocidas, según un duro mensaje de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra el líder de uno de los ejércitos más poderosos.

Su objetivo fue congelar la respuesta del vecino y dejarlo sin luz y sin calefacción como en el invierno pasado, para volcar la balanza a su favor y avivar la amenaza regional y mundial, pues ante conflictos en otros territorios, como en Medio Oriente, la mira ya no está sobre esas naciones. Pero ello no evitó que reforzara sus fronteras luego de que este año la alianza transatlántica, a la que ve como enemigo, amplió sus tentáculos en las fronteras con la adhesión de Finlandia, con el que colinda al poniente.

Y ante estos esfuerzos, su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, abogó ante sus aliados a no cesar la ayuda militar y humanitaria, hecho por el que en diciembre visitó a su principal proveedor para ratificar su inquebrantable apoyo, como Joe Biden lo hiciera a inicios de año,

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Aunque la estrategia sirvió para afianzar lazos, su verdadero plan era amarrar un paquete económico que archivó el Congreso estadounidense desde octubre pasado en franca crítica al Gobierno demócrata. Ahí dialogó con legisladores para convencer al sector a cumplir con las promesas de su mandatario de fortalecerlos inquebrantablemente antes de que la escalada sea más brutal.

Sin embargo, salió con las manos vacías, sólo con ofrecimientos de palabra, por lo que advirtió reiteradamente que si no cuenta con los fondos necesarios para responder a la ofensiva del Kremlin el rival podría extender su poderío, pues si los derrota no habrá garantías de que no repetirá el plan con otro Estado, lo que lo convierte en una severa amenaza.

Sin embargo, a mediados de año se demostró que Rusia, potencia militar, puede fracturarse. En menos de dos meses vivió sus peores desafíos: un ataque con drones que traspasó la alta seguridad del Kremlin y la rebelión sorpresiva del Grupo Wagner.

En el primer caso los daños fueron menores, pero evidenciaron la fragilidad de una nación decidida a invadir a otra.

Mientras que el segundo golpe pudo ser más grave, pues en cuestión de horas, sin siquiera ingresar a la capital rusa, su antiguo chef Yevgeny Prigozhin mostró al mundo la debilidad rusa a diferencia de Ucrania, en reclamo porque el Ministerio de Defensa y otras agencias los abandonaron y dejaron a sus hombres en la primera línea sin armas, sin alimento y sin insumos.

Pero la amenaza de esos mercenarios se apagó lentamente tras negociaciones en las que la organización a sueldo se desligó de Rusia y se exilió en Bielorrusia, abriendo posibles frentes contra otras naciones al amagar con atacar Polonia, según declaraciones del mandatario bielorruso y quien les abrió las puertas de su territorio, Alexander Lukashenko.

Y dos meses después el régimen cobró a Wagner la osadía del supuesto intento de golpe de Estado, según sospechas en el país y a nivel mundial, cuando Prigozhin y nueve más fallecieron en un accidente aéreo que aún no esclarecen.

Según la Inteligencia del Gobierno genocida al interior de la aeronave se activó una granada o artefacto explosivo, lo que provocó su caída y sepultó los planes de Wagner, pues a cuatro meses del accidente aún no hay un mando que encamine sus actividades fuera de la ley, como lo hicieron de la mano de Rusia al convertirse en el principal batallón y responsable de la anexión de Lugansk, Donetsk, Jerson y Zaporiyia, que por decreto se unirán a los comicios programados para el próximo 17 de marzo, semanas después de que se cumplan dos años de esta invasión.

Pero Volodimir Zelenski, quien recientemente admitió que su contraofensiva no fue lo suficiente para vulnerar al enemigo, asestó que no se rendirá a la espera del apoyo necesario para vencer al Estado que bombardea por igual a militares que a civiles, pues en estos meses mató a inocentes al poner un blanco sobre hospitales, supermercados y complejos residenciales, que acusó eran usados como almacenes de armas, pese a la falta de evidencia.