A un año de la masacre de Hamas en Israel, la guerra se expande con el riesgo de arrastrar a Medio Oriente a un punto crítico, con nuevos bombardeos en Gaza y Líbano en la antesala del aniversario y sin efectos diplomáticos para rebajar la tensión.
Pese al intento de mediar, para los internacionalistas Moisés Garduño García y Dora González Ayala aún hay gran preocupación. En entrevista con La Razón advirtieron que persiste el temor de que el choque bélico, con antecedentes milenarios y étnico-religiosos, detone una inestabilidad regional que impacte en la economía global, mientras en la zona suman casi 45 mil muertos y millones de refugiados.
Uno de los factores clave en este peligro es el “eje de la resistencia”. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha denunciado repetidamente que su ejército lucha contra siete frentes: Hamas en Gaza y en Cisjordania, Hezbolá en Líbano y hutíes en Yemen, así como Irán, Irak y Siria, lo que convierte el choque en uno de los peores; muestra de ello es que recientemente arreciaron las ofensivas con el régimen iraní, que disparó miles de cohetes contra Tel Aviv, y la milicia Hezbolá, cuyo líder Hassan Nasrallah ya fue eliminado.
Los expertos coincidieron en que con amenazas al alza la crisis humanitaria no cesa, haciendo de ésta una de las peores, como afirmó el secretario de las Naciones Unidas, António Guterres. Al respecto, Garduño García, del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, precisó que el sufrimiento del último año es “el punto más cercano de una crisis regional y escalada bélica” en la que hasta 90 por ciento de la infraestructura en la Franja fue destruida por continuos bombardeos.
Y es que más allá de los llamados a un alto el fuego y medidas disuasivas, prevalece el estancamiento en las negociaciones. Punto en el que la analista Dora Isabel González abundó que sin mediación “esta guerra no va a bajar”, provocando un alza como una repetición de guerras previas que involucran a Palestina —territorio que busca convertirse en Estado—.
Acto que se corroboró ayer, en la antesala de este aniversario Israel mató a casi 30 personas, incluyendo niños, al apuntar sus armas contra bastiones rivales en la Franja, Siria y suburbios de Beirut. Desde ese último lugar, los rebeles dispararon una oleada de misiles, lo que activó las sirenas antiaéreas para advertir de impactos en el puerto Haifa, mismos que la Cúpula de Hierro no resistió, pues alcanzaron sus blancos, según las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), lo que ratifica la espiral de violencia que ambos bandos intensifican para intimidar al otro.
Apuestan a debilitarse
Para terroristas y soldados el objetivo es anular al rival; el ejército insiste en desmantelar a los islámicos y esas milicias van por acabar con ese Estado por genocidio y ocupación.
Y es que, pese a sumar duros golpes, ambos también sufren reveses. Tras provocar miles de muertos en pueblos vecinos, las tropas de Netanyahu se han visto vulneradas por fuertes críticas contra su estrategia bélica, escenario en el que el premier encara un “descrédito internacional”, de acuerdo con Garduño García, pues ya antes de la invasión fue confrontado por su pueblo por corrupción y el plan de concentrar todo el poder; mientras que Hamas y Hezbolá se ven sacudidas por operaciones “selectivas” y los polémicos ataques con bípers y radios de comunicación, pues éstos provocaron en su mayoría impacto “psicológico” más que a sus estructuras. Y es que están preparados para seguir incluso si se quedan sin sus máximas figuras, como ocurrió con Ismail Haniyeh y Hassan Nasrallah, respectivamente. Los internacionalistas abundaron que esos golpes sólo prolongarán la guerra al seguirse rearmando, según la visión de González Ayala, mientras que su colega indicó que las cadenas de mando siguen intactas al mantener coordinación para seguir atacando de manera frontal.
Además, los académicos recalcaron que Israel ha sabido aprovechar que su principal aliado, Estados Unidos, está más concentrado por su elección el próximo 5 de noviembre que en este conflicto. Moisés Garduño precisó que el premier ya piensa en quién le conviene más que llegue al poder para su guerra, tema en el que ve en Donald Trump a la figura “más idónea” sobre Kamala Harris para poner fin a la lucha, ya que en el pasado coincidieron cuando ambos eran mandatarios y el magnate prometió mover su embajada a Jerusalén.
Y es que a nivel global, aunque hay interés para neutralizar el choque, Dora Isabel apuntó que no hay una posición firme contra los agresores y la ONU no ha sabido transitar hacia una conciliación, tema en el que Tel Aviv critica el doble rasero por condenar a su ejército por presuntas violaciones y a los terroristas que los atacan.
Persisten señales de riesgo
La lucha actual evidencia que el riesgo no cesa y no hay claridad hacia una desescalada, pues a diario hay reportes de ofensivas aéreas o terrestres y de éxodos, ante los desplazamientos forzados.
La nación judía no sólo enfrentó ayer un ataque aéreo, sino un tiroteo en una estación de autobuses en Beer Sheva, donde murió una agente y varios civiles resultaron heridos a manos de un joven israelí de 29 años, según la prensa judía.
Además, ayer se reactivaron las protestas en contra de Tel Aviv. En su propio territorio hubo movilizaciones de las familias de rehenes para exigir su retorno, pues 101 de los 250 siguen retenidos y el gobierno no da informes sobre ellos.
En tanto, a nivel mundial crece el rechazo al plan sangriento de las FDI, pues miles de propalestinos marcharon en contra del gobierno “sionista”, lo que refutó el ejército al insistir que está “decidido a ganar”.
Incluso, el vocero de las tropas, Roni Kaplan, enfatizó que su lucha no sólo es contra el rival sino contra las 3 “d”: la deslegitimación de su defensa, demonización y una doble moral de potencias y la ONU, según externó en conferencia previo al primer aniversario de la masacre y reivindicó que ésta es “la más justa de las guerras” ante un “extremismo oscuro” que los culpa, por lo que no desistirán de desmantelar esa amenaza, recuperar a los rehenes y hacer que retornen hasta 60 mil israelíes desplazados en el norte de la nación.
