El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, evidenció una crisis nacional y tras filtraciones de prensa rompió el silencio y confirmó su dimisión como líder del Partido Liberal y, en consecuencia, como mandatario luego de nueve años en un intento de romper con la polarización.
Tras semanas de creciente presión con llamados a renunciar e índices de una fuerte caída de popularidad, agravada por la salida de la entonces ministra de Finanzas Chrystia Freeland, el premier admitió su intención de renunciar ante “batallas internas”, al tiempo que defendió su decisión, en favor del interés y bienestar tanto de la nación como de sus ciudadanos.
En conferencia al aire libre y con los ojos llorosos, enfatizó que jamás se rindió, pero llegó el momento de “reiniciar el sistema” para generar un cambio al concluir: “Me ha resultado evidente que no puedo ser yo quien lleve el estandarte” para los comicios de fin de año. Y acotó que desde la noche del pasado 5 de enero solicitó a su fuerza política abrir la contienda para elegir a otro dirigente, cargo que ocupaba desde 2013, y a su sucesor en el gobierno. También aprovechó para arremeter contra su adversario, el derechista Pierre Poilievre, al advertir que su “nuevo enfoque” no es lo que necesita Canadá.
El político de 53 años y quien puso fin a su legado antes de alcanzar una década en el poder añadió que se mantendrá como premier hasta conocer al futuro líder, quien, confió, llevará los “valores e ideales” del partido.
Un claro revés a su intención de liderar el proceso electoral previsto para octubre próximo y postularse a un cuarto mandato, consciente de que la baja popularidad y críticas por el alza en el costo de vida arrastraría al fracaso a los suyos, y es que según encuestas, los conservadores los duplican en preferencia con un apoyo de hasta 47 por ciento frente al 21 que acumulan los aliados de Trudeau.
Al respecto, expertos atribuyen la histórica decisión de separarse como mando partidista y canadiense también al choque con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump —certificado ayer para un segundo mandato—, quien amagó con imponer aranceles graduales si no accedían a sus condiciones para revertir el flujo de migrantes y drogas entre sus países. Amenaza que anticipaba la repetición de una relación crítica, pues Trudeau coincidió en el pasado con el magnate en el poder en la renegociación del Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Tema en el que su propio gabinete levantó alertas, pues ante polémicas iniciativas desde el gobierno para combatir la crisis y hacerle frente a ese líder, Chrystia Freeland asestó que Canadá no podría permitirse “trucos políticos costosos”, según una carta pública.
Bajo este escenario y en un proceso de autocrítica, Justin Trudeau,
alguna vez considerado el más popular de los líderes del G-7, reconoció que quedaron pendientes, como cambiar el sistema electoral, promesa que lanzó al llegar al poder, siguiendo los pasos de su padre quien estuvo dos periodos consecutivos, pero no mencionó el incremento actual en los alimentos, trabas en el acceso a vivienda o el repunte de la migración, principales reclamos y factores clave en el desplome de su popularidad, pero elogian que su gestión deja un saldo más positivo que negativo.
Tras la decisión, el Parlamento retrasó sus actividades. Aunque estaba previsto retornar el 27 de enero, se recorrió esa fecha hasta finales de marzo al dar a su partido un amplio plazo para reagruparse y elegir a un sucesor entre un cúmulo de postulantes; tema en el que el mandatario propuso a algunos miembros del gabinete y medios señalan que los que suenan más fuerte son sus ministros Dominic LeBlanc, de Finanzas, y Mélanie Joly, de Asuntos Exteriores.
No obstante, al abrir la puerta a la renovación los liberales no la tendrán fácil. La oposición insiste en mociones de censura para castigarlo y legisladores advierten que sólo esperan a regresar al recinto para derrocarlos y forzar el adelanto electoral, aunque éste no ocurriría antes de mayo.
En tanto, el magnate del país vecino hizo mofa de esta crisis al insistir en una fusión con Canadá, para evitarle a dicho territorio los impuestos, lo que, sostuvo, Justin Trudeau “sabía y renunció”.
En una publicación en Truth Social, tras reiterar que el país del norte le genera importantes costos, aseveró que gran parte de la nación respalda que se convierta en el estado 51, lo que beneficiaría a Canadá para “mantenerse a flote”, pues ironizó que además de reducir impuestos libraría amenazas extranjeras, ante el asedio de China y Rusia, a semanas de degradar a Trudeau al llamarlo “gobernador” luego de una reunión en Mar-a-Lago.