Pese a una caída de 30 por ciento en la convocatoria, la ira por el retraso de dos años para jubilarse en Francia no cede y disidentes tomaron otra vez las calles y realizaron nuevas quemas al afirmar que están más fuertes que nunca.
Lejos de los 1.08 millones de manifestantes de la semana pasada, unos 740 mil jóvenes y sindicalistas paralizaron negocios, escuelas y transportes ayer en París, Nantes, Marsella y otras regiones, pues insisten en tirar el cambio del presidente Emmanuel Macron, mientras medios evidencian fracturas, pues hay sectores en el gobierno que abogan por una negociación para frenar los actos vandálicos.
A los críticos no les bastó con forzar al gobierno a reprogramar la visita del rey británico, Carlos III, y ayer reactivaron las movilizaciones masivas, pese a la advertencia del Ministerio del Interior de desplegar a 13 mil efectivos en los puntos más críticos, ante el temor de que a quienes tachan de “matones” elevaran su furia, pues había alertas de que querían “destruir, lesionar y asesinar”.
Y de nuevo hubo enfrentamientos, pues encapuchados quemaron contenedores de basura y lanzaron objetos contundentes contra uniformados en reclamo por el golpe a la clase trabajadora, pero ésos respondieron con chorros de agua para disolver las marchas.
En tanto, el gobierno indicó que mantendrá la fuerte seguridad para evitar una escalada de quienes quieren ver doblegado al mandatario, quien dijo que la reforma era necesaria para evitar el colapso de un sistema que no resistiría ni una década más.