Decenas de motos y autos antiguos, sobre todo de marcas estadounidenses, con sus esmaltes impecables y vistosos colores, salieron a competir y exhibirse por las calles de La Habana el domingo, un evento que se busca retomar tras la pandemia del coronavirus y mostrar el rico patrimonio vehicular de la isla como parte de su atractivo turístico.
Los pilotos y copilotos —muchos de ellos familiares o amigos de los conductores— realizaron una ruta por la ciudad que se guardó en secreto hasta el último minuto de la largada —se les entregaba en un papel antes de salir— y que contaba con puntos de control.
Se trató de un rally de “regularidad”, no de velocidad, o sea, los organizadores establecen un circuito y fijan un tiempo para su ejecución que va dándole puntajes a los participantes.
“Estamos resurgiendo”, dijo emocionado a The Associated Press Alberto Gutiérrez, presidente del Club de Autos Antiguos A lo Cubano, creado en 2003 y al frente de la organización de la carrera. El año pasado apenas se pudo hacer un recorrido pequeño con menos vehículos luego de la interrupción que significó la pandemia de coronavirus.
La paralización no sólo afectó a este evento como actividad recreativa, sino que la mayoría de los carros clásicos suelen ser propiedad de choferes que viven de estos como medio de transporte para el turismo, una de las principales industrias del país caribeño.
Cuba recibió 1,6 millones de turistas en 2022, un poco más que en el 2021, pero lejos de los casi 4,3 millones de 2019 antes que el virus golpeara al sector. Hasta julio del 2023 habían llegado 1,3 millones de visitantes.
El rally del domingo, saliendo del Cabaret Tropicana, hizo atravesar a los autos clásicos -–muchos de ellos tenían a las familias completas de los choferes a bordo— por puntos emblemáticos de la capital como el Hotel Nacional, El Malecón, el Capitolio y hasta la Plaza de la Revolución.
“Algo que identifica a Cuba son estos autos clásicos, es necesario también que las nuevas generaciones compartan estos momentos”, afirmó a la AP Yusleidys Castillo, una ama de casa de 42 años que acompañó de copiloto a su esposo Ismael y en la parte de atrás del vehículo cargó con su hijo adolescente, su hija y el novio de ésta.
La familia hizo el recorrido a bordo de su Buick de 1959 blanco y azul, que compraron en 2011 en mal estado y fueron arreglando de a poco, y del cual ahora se sostiene económicamente la familia.
Cuba era un punto estratégico de la comercialización de autos estadounidenses en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, pero al triunfo de la revolución en 1959 la importación, tanto de las unidades como de las piezas, quedó paralizada, un problema que se hizo cada vez más dramático a partir de las sanciones de Estados Unidos contra la isla que cerraron toda posibilidad de comercio binacional por décadas.
También había entonces autos europeos y que aún transitan como Jaguar y MG.
El parque vehicular no se renovó y las antiguas máquinas quedaron detenidas en el tiempo, pero se continuaron usando con remiendos ingeniosos.
En los 70 la isla obtuvo algunos autos de su aliado político, la entonces Unión Soviética, por lo que se sumaron vehículos Lada y Moskvitch. Finalmente en los últimos años ya se agregaron autos modernos y al final todos conviven en las calles cubanas.
“Los mecánicos de estos autos (clásicos) son ‘Harry Potter’, hay que hacer magia, muchas piezas hay que hacerlas artesanales… a veces se adaptan de autos modernos como el sistema de frenos o de dirección que es más seguro”, explicó a la AP Miguel Ángel Ortega, de 38 años, dueño y conductor de un Chevrolet de 1954 pintado en un estridente rosado y quien participó del rally junto a su padre.
Se desconocen cifras oficiales, pero expertos estiman que hay entre 60.000 y 70.000 autos clásicos o “almendrones” como se los llama cariñosamente en la isla circulando en toda Cuba.
Para Ortega, la carrera es más una forma de socializar con otros propietarios para conseguir piezas, soluciones mecánicas o generar ideas, que un espacio netamente competitivo.
Los vehículos tienen, a su entender, un valor inestimable. “Hay muchos que son como miembros de la familia, algunos les ponen hasta nombre propio al auto, son incluso cabezas del núcleo familiar porque económicamente son el pilar”, destacó Ortega.
Al final la carrera concluyó con la entrega de premios a los ganadores, piezas de repuesto para los vehículos, aditivos de una marca que patrocinaba el evento y botellas de bebidas.
¿Los galardonados con el primer lugar? En la categoría de motos una Triumph de 1955 y en autos se llevaron los lauros de manera compartida un Austin de 1951 y un Studebaker de 1956.
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Leo