El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, cesó al ministro de Defensa, Yoav Gallant, en una abierta advertencia a quien se interponga en su reforma judicial, pero sólo avivó el rechazo al desatar las peores protestas desde que retomó el poder.
De manera sorpresiva, el ultraderechista sacudió al gabinete luego de que el líder de las Fuerzas Armadas se pronunciara en contra del proyecto al sugerir un aplazamiento, con lo que pareció respaldar las quejas de disidentes, quienes acusan que busca tener control ilimitado y cerrar las causas penales en su contra.
Sin importar que Gallant fuera una de las figuras más relevantes del Likud —su partido—, Bibi lo cortó de tajo al revelar que perdió la confianza en él, pues éste fue un ataque a su autoridad.
Con ello, ratificó que el sector judicial requiere un cambio y llamó a “permanecer firmes”, ante las movilizaciones masivas; pero el exgeneral defendió sus declaraciones al afirmar que no daría su brazo a torcer en favor de la justicia y agregó que “la seguridad de Israel siempre fue y será la misión de mi vida”.
Pero el conservador dejó al descubierto que aún no cuenta con los votos necesarios, pese a tener la mayoría en el Parlamento —pues su fuerza política tiene 64 de los 120 escaños— y teme una derrota si alguien más del gobierno la cuestiona, por lo que optó por romper con el jefe del ejército, tras las redadas contra supuestos combatientes en las que han matado a más de 200 palestinos en el último año.
Integrantes del gabinete y legisladores respaldaron a Netanyahu al indicar que acatarán su ruta, mientras que disidentes reiteraron que el golpe al sector judicial busca dar mayor control al premier para anular medidas de la Corte, limitar la revisión de temas polémicos y eliminar las opciones para destituirlo, pues además absorbe los nombramientos de jueces.
No obstante, el líder no anticipó la respuesta a nivel nacional, pese a las múltiples protestas desde hace semanas y en cuestión de horas unos 600 mil disidentes abarrotaron calles del país principalmente en puntos como Jerusalén, según informes locales.
Sin importar el fuerte operativo y que era casi medianoche los críticos avanzaron en masa hacia la residencia del mandatario en Jerusalén, camino en el que incendiaron calles y hasta derribaron vallas de seguridad.
En respuesta, la seguridad intentó disolver las protestas a chorros de agua para apagar las hogueras, pero los rivales se asentaron en la zona lo que obligó al equipo gubernamental a evacuar a la familia del líder israelí hasta un cuartel general y evitar que quedaran expuestos ante la multitud en uno de los mayores golpes a esta gestión a unos días de que su esposa fuera encarada por antirreformistas afuera de un salón de belleza.
Tras verse frenados por la seguridad de Benjamin Netanyahu los contingentes avanzaron hacia la Knéset —la asamblea— para aumentar la presión sobre el sector que tiene en sus manos el poder de aplazar o echar atrás este plan.
En tanto, otros grupos, pues se contabilizaron más de 100 contingentes, bloquearon carreteras y avenidas principales en Tel Aviv, Beerseba y Hayfa y de-sataron el caos en decenas de regiones en repudio al proyecto con el que Bibi buscaría retener el gobierno y desestimar acusaciones en su contra, tema que también inquieta a empresarios y mandos de seguridad al ir directamente contra la independencia de la Suprema Corte y cerrar el paso a los equilibrios.
Ante el caos, aliados admitieron un revés israelí por la cantidad de manifestantes en comparación con el malestar de semanas previas; incluso, la Policía declaró que la situación estaba fuera de control, lo que anticipaba una negociación.
Y la presión surgió efecto, pues Netanyahu reconoció que se podría retrasar la presentación de la reforma ante el pleno del parlamento al abrir paso a una revisión en medio de los llamados de la oposición de “congelarla” mientras siguen las discusiones, pues no descartan que la insistencia de Netanyahu por sacar este tema provoque una guerra civil y hoy mismo se prevén más protestas, pues el grupo Brothers in Arms convocó a regresar a las calles de Israel.
Ante esta situación aliados se inclinaron por esperar más y aumentaron las dudas sobre el líder israelí, pues el cónsul en Nueva York, Asaf Zamir, dimitió a través de redes sociales, mientras que el ministro de Justicia, Yariv Levin, advirtió que renunciará si Bibi cede ante las protestas, pues recalcó que tal reforma es urgente, según el diario Times of Israel.
Mientras que parlamentarios no descartan cambiar de parecer, pues consideran que una nueva revisión despejaría las dudas de la oposición para votar. Más tarde el líder opositor y antecesor de Benjamin, Yair Lapid, advirtió que el premier es una amenaza a la seguridad nacional, especialmente ahora que demuestra que está dispuesto a pasar sobre los demás para conseguir su reforma.