Tras dos años en prisión y una reñida elección, Luiz Inácio Lula regresó al poder en Brasil en medio de una fuerte polarización, por la que su rival, Jair Bolsonaro, abandonó el país para evadir la transición de gobierno, que delegó a su gabinete desde que perdió la segunda vuelta.
En dos amplios discursos, el izquierdista resaltó el interés por rescatar y reconstruir a la nación en un solo Brasil, para impulsar la esperanza y dejar atrás la división, no sin antes lanzar tiros mordaces contra su antecesor por dejar un gobierno “en terribles ruinas”, una crítica más a quien superó por margen muy estrecho en octubre pasado.
Aunque sostuvo que en su gestión no habrá venganzas y pondrá fin a la división para trabajar por un solo Brasil, aprovechó para criticar el legado del ultraderechista, pues dijo que en la región ganó la democracia y la “conciencia política”, luego de que en el último mandato se retrocedió casi dos décadas, al comparar la situación actual de pobreza y violencia con la que acontecía en 2003, cuando llegó por primera vez a la presidencia de Brasil.
En medio de un importante respaldo de simpatizantes, quien estuvo en prisión por el caso Lava Jato recorrió dos kilómetros de calles de Brasilia en un vehículo descapotable a la Cámara de Diputados en donde rindió protesta junto a su vicepresidente y número dos, Geraldo Alckmin, quien lideró el cambio de gobierno desde noviembre pasado, en una ceremonia en la que dedicaron minutos de silencio al astro brasileño Pelé y al Papa emérito Benedicto XVI, acaecidos la última semana del año pasado.
Ahí frente a legisladores asumió oficialmente como el presidente número 39 y el primero en tener tres mandatos —dos de ellos consecutivos de 2003 y 2011— en la región y garantizó que rescatará al país de la destrucción a la que fue orillado en plena pandemia, pues el sector salud fue uno de los más golpeados, ahondando la pobreza y la desigualdad, por lo que busca trabajar con todos los gobernadores, sin importar de qué fuerza política son.
Enfatizó que el Brasil de hoy fue prácticamente desmantelado especialmente en la atención sanitaria en la lucha contra un virus que Bolsonaro se hartó de negar, hecho con el que evitó que las vacunas llegaran a la población, incrementando el número de muertos, con hasta 693 mil, de acuerdo con el recuento mundial de la Universidad Johns Hopkins.
Pero también ve otros ámbitos desprotegidos que llevaron a un severo golpe económico, pues enlistó la seguridad, la educación y el ambiente destruido en referencia a un plan autoritario que malversó fondos, pues en vez de corregir el hambre aumentó la devastación, pero en este severo mensaje prometió poner fin a ello y así detener la desigualdad.
Al hablar de violencia y seguridad, desafió esta última al mostrar que atenderá esos problemas con un recorrido abierto, en el que horas antes se reportó la captura de un hombre que intentó ingresar con un cuchillo a la toma de posesión, días después de que un supuesto bolsonarista fuera capturado por tentativa de agresión.
Incluso, al mencionar el tema de la violencia adelantó que, como una de sus prioridades, revocará los decretos penales con los que Bolsonaro amplió el acceso a armas y municiones, responsables de “tanta inseguridad y tanto daño a las familias”, hecho que firmó tras el evento.
Asimismo, el político de 77 años resaltó que cuando asumió su primera administración la inició con la palabra “cambio”, hecho que se repite por la necesidad de transformar a la región por una vida más digna de la que se ofreció antes, al resaltar que como hombre de la clase trabajadora volverá a dialogar con todos los sectores.
Posteriormente, en el Palacio de Planalto ante decenas de delegaciones internacionales invitadas, entre éstas México encabezada por la primera dama, Beatriz Gutiérrez, Lula da Silva insistió que es posible “replantar” un nuevo Brasil en referencia a la protección del Amazonas al reactivar el fondo que cuenta con una bolsa de 600 millones de dólares.
Tras recibir la banda presidencial de parte del pueblo, con más de 30 mil testigos, entre ellos el rey de España, Felipe VI, y los mandatarios Gabriel Boric (Chile), Alberto Fernández (Argentina), Gustavo Petro (Colombia) y Gustavo Lasso (Ecuador), entre otros, lanzó un fuerte mensaje a la oposición, pues enfatizó que no busca ahondar la división sino borrarla, pues sostuvo que sólo puede haber un Brasil.
“No hay dos Brasiles. Somos un país, un pueblo, una gran nación”, dijo al recordar que en campaña ambos sectores sufrieron ataques por las marcadas diferencias entre fuerzas políticas.
También apuntó que la disputa electoral ya quedó atrás al ratificar que “a nadie le interesa un país en permanente pie de guerra o una familia que vive en desarmonía”, pues insistió que gobernará por todos, sin importar si votaron o no por él, pues para él dirigir un país es cuidar de cada uno de los habitantes.
Da Silva agregó que para rescatar a la nación se requiere poner fin al abismo social, al admitir casi al borde del llanto que en los últimos años se elevó la de-sigualdad, como la diferencia en ingresos y en varios sectores, por lo que advirtió que habrá un cambio importante, pues “es inadmisible que el cinco por ciento más rico tenga la misma participación en ingresos que 95 por ciento restante”, pues un ajuste será “la identidad del gobierno”.
Y lamentó que en este último mandato la pobreza haya avanzado de manera desmedida, pues calificó de “crimen” que un pueblo tenga hambre y no pueda poner un alto a esa situación, pues criticó que mientras un sector “lo tiene todo”, otros día con día se empobrecen más, con padres buscando entre la basura y niños mendigando o vendiendo dulces para sobrevivir.
Asimismo, el líder puntualizó que trabajará en la materia, pues “la verdadera grandeza de un país radica en la felicidad de su gente. Y nadie es realmente feliz en medio de tanta desigualdad”.