La presencia de casos locales de malaria en Estados Unidos a 20 años del último brote endémico es una alarma para la Organización Panamericana de la Salud (OPS) al exponer que “ningún país está a salvo” de las enfermedades, tras el fin de la pandemia de Covid-19.
Luego de que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) emitieran una alerta por cinco transmisiones locales en Texas y Florida por vectores o mosquitos (plasmodium vivax), la asesora internacional en Enfermedades Transmisibles del organismo, Mónica Guardo, dijo en entrevista con La Razón que éste es un recordatorio de que tener sistemas de salud bien establecidos es clave para cortar el paso del parásito.
Esta situación “genera una alarma importante para EU como un país que no tenía casos autóctonos en 20 años”, expresó, pero destacó la rápida alarma, pues enfatizó que “con un caso es suficiente” para dar aviso a médicos.
El objetivo es tomar medidas y evitar su restablecimiento, aunque recordó que aún enfrenta casos importados. Al respecto, los CDC dan cuenta de dos mil el último año de pacientes que viajaron al exterior, de los que 10 fueron letales.
Ello muestra la obligatoriedad de reforzar la vigilancia, pues no descarta que en más entidades esté presente el mosquito transmisor del género anófeles, por lo que aplaudió que se elevara el nivel de preocupación por un mal que podría ser una amenaza, si no se actúa.
Y apuntó que la prioridad es evitar brotes locales de un mal que es más común en países tropicales, como en Centro y Sudamérica, que se confunde con gripa.
Asimismo, Guardo confía en que EU ataje la malaria al acabar con fuentes potenciales de vectores en el corto plazo y con vías de reproducción que provocan fiebre, escalofríos, sudoración, vómito, dolor de cabeza, así como sangrado inu-sual y que en episodios graves afecta el cerebro, hígado y hasta provoca convulsiones, según revistas médicas.
Las prioridades son identificar las zonas donde prolifera y garantizar tratamiento oportuno, aunque la presencia de insectos no significa que la malaria esté, sino que pueden transmitir el parásito si éstos hallan pacientes infectados.
Sobre el primer panorama se busca evitar que “se desarrolle y eliminar el parásito de la sangre”, por lo que llamó a estar atentos a picaduras y moscos en casas, pues ello “indica, infelizmente, que hay transmisión local”, tema en el que la OMS aconseja usar mosquiteros y repelentes y vestir ropa ligera o manga larga.
Acerca del tratamiento dijo que es crucial que éste inicie a más tardar a 48 horas del diagnóstico, pues entre más rápido se actúe mayor control hay, plan que entre 2015 y 2021 redujo el riesgo de muerte 29 por ciento a nivel mundial, mientras que los casos subieron ocho por ciento.
MÉXICO, SIN RIESGO. La especialista descartó un peligro para nuestro país al apuntar que aquí la enfermedad es endémica y el flujo de viajeros, como migrantes, es de sur a norte y no al revés.
Explicó que hay mayor preocupación en el vecino, porque la transmisión local vuelve tras dos décadas y en México hay mayor atención al ser una lucha continua, aunque ha dado pasos para eliminarla al pasar en casi una década de miles de casos a medio centenar.
Incluso, en una comparativa, Guardo admitió que en EU “es más complejo instaurar rápidamente las medidas, porque los médicos no piensan en malaria, porque no la ven desde hace 20 años”, lo que obliga a capacitar al personal médico para atender a tiempo a los pacientes con picaduras, lo que recuerda la emergencia por la viruela símica en medio de la pandemia de SARS-CoV-2.
Mientras que en México sí se “tienen activados los mecanismos de defensa”, tanto en estados donde prevalece el mosquito como en los que no para cerrar el paso a su restablecimiento.
IMPACTO CLIMÁTICO. En este panorama entran otros factores que favorecen la transmisión, como ambientes con altas temperaturas o húmedos y el fin de las restricciones de viaje a causa de la pandemia.
La doctora precisó que el cambio climático altera el crecimiento del parásito.
Tema ya documentado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en su artículo titulado “El cambio climático y la malaria: una relación compleja” abundó que aún múltiples lagunas sin resolver en torno a esta enfermedad.
Dicho material evidencia que tanto el calor como las lluvias inusuales aceleran la velocidad de transmisión, al crear hábitats para los mosquitos, tema por el que la OMS lanzó recientemente una convocatoria para crear un “Grupo Asesor de Control de Vectores”.
En ese estudio se recalca que “el cambio climático aumenta las posibilidades de transmisión en zonas tradicionales de prevalencia de la enfermedad, en zonas donde ha sido controlada y en zonas en las que tradicionalmente no ha existido”, tras registrar 520 mil casos a nivel mundial y 120 decesos durante 2021.
Además, la especialista añadió que tras la pandemia el ritmo de viajes se intensificó a un gran ritmo lo que incide en esta transmisión, aunque ello pone la mira en casos importados.