Mil 500 simpatizantes del expresidente derechista Jair Bolsonaro fueron detenidos luego del asalto a edificios clave en la capital de Brasil, ocurrido este fin de semana en rechazo al gobierno del actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva.
Por los hechos registrados el domingo pasado, Lula prometió llevar a los responsables ante la justicia. Además, acusó a los manifestantes de tratar de derrocar la democracia y cuestionó al ejército, pues no desalentó los llamados a un golpe de Estado.
Cabe recordar que turbas enfurecidas asaltaron el Congreso, la Corte Suprema y las oficinas presidenciales, rompiendo ventanas, muebles y obras de arte en el peor ataque a las instituciones estatales desde el regreso de Brasil a la democracia en la década de 1980.
Mientras tanto, Bolsonaro ingresó este lunes a un hospital de Florida, en Estados Unidos, por un dolor abdominal, una semana después de que su contrincante izquierdista asumió la presidencia tras ganar las elecciones de octubre pasado.
En una entrevista con CNN Brasil, Bolsonaro dijo que había planeado quedarse en Estados Unidos hasta fines de enero, pero ahora planea regresar a Brasil antes para ver a sus médicos.
“Pretendo adelantar mi regreso porque en Brasil los médicos ya conocen mi problema de obstrucción intestinal por la herida de arma blanca”, dijo Bolsonaro, según un reporte del sitio web CNN Brasil.
Una vez restaurado el orden en la capital brasileña, autoridades desmantelaron un campamento de dos meses frente a la sede del ejército, donde bolsonaristas han protestado desde su derrota electoral.
Unas mil 200 personas del campamento fueron detenidas para ser interrogadas el lunes, dijeron las autoridades, luego de unos 300 arrestos el domingo.
Miles de partidarios de Bolsonaro partieron de ese campamento el domingo antes de asaltar el palacio presidencial, la Corte Suprema y el Congreso.
Lula, que estaba de regreso en el trabajo en el saqueado palacio de Planalto, se reunió con su ministro de Defensa y los comandantes de las fuerzas armadas para hablar sobre la violencia, que recuerda el asalto al Capitolio de Estados Unidos hace dos años por simpatizantes del expresidente Donald Trump.
Hablando más tarde con los gobernadores del país, Lula intensificó sus críticas al ejército brasileño por tolerar manifestaciones en sus puertas pidiendo un golpe de Estado.
"La gente estaba llamando abiertamente a un golpe de Estado fuera de los cuarteles, y no se hizo nada. Ningún general movió un dedo para decirles que no podían hacer eso", dijo el presidente de 77 años, al acusar que fuerzas de seguridad fueron cómplices de los manifestantes.
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