Luego de desatar alertas en Japón, Norcorea alardeó que probó un nuevo misil intercontinental que llamó Hwasong-18, que ya considera el más potente, con el que mejora su respuesta contraofensiva, aunque ese régimen es la principal amenaza regional.
Sin responder a los reclamos, las fuerzas de Kim Jong-un aseguraron que su más reciente prueba no generó ningún impacto negativo.
Y prefirieron enfocarse en el poderío mostrado el pasado 12 de abril al sostener que el proyectil impulsado por combustibles sólidos permitió evaluar su nivel de respuesta tras calificar de exitoso su reciente disparo, mientras que la agencia estatal KCNA elogió el ejercicio sobre la isla nipona al detallar que evidenció “una mejora de contraataque nuclear” sin precisar un objetivo específico.
No obstante, el mandatario, quien supervisó este nuevo lanzamiento, resaltó que mantendrá sus acciones ofensivas al justificar que sólo se trata de reforzar su seguridad nacional, por lo que amagó con aumentar la capacidad militar y balística, pues apuntó que sí hay amenazas creíbles en su contra.
Incluso fuentes del gobierno presumieron que esta arma es difícil de detectar y podría alcanzar a Estados Unidos, gobierno con el que ha chocado por los ejercicios que realiza en conjunto con Corea del Sur, al que considera su enemigo. Y medios locales publicaron que la intención es que sus rivales “sufran ansiedad y temor extremos”, como la mejor herramienta de disuasión.