Pese al entusiasmo de miles de británicos que aguardan afuera del Palacio de Buckingham y de la Abadía de Westminster, sólo unos cuantos lograrán despedirse de la reina Isabel II, como ocurrió en Escocia, de acuerdo con las estimaciones de la Policía Metropolitana.
Luego del furor en Edimburgo, con filas kilométricas de unas 33 mil personas para ingresar a la Catedral de Saint Giles
—donde permaneció 24 horas— o al menos ver a la distancia el vehículo en el que se trasladó el ataúd, se reportó que hasta 750 mil personas podrían darse cita en Westminster, lo que representa apenas el uno por ciento de la población británica, que consta de hasta 67 millones de habitantes, será testigo presencial.
Los pronósticos se dan luego de que el féretro de roble y recubrimiento de plomo fuera trasladado por más de 300 kilómetros vía aérea en el Globemaster C-17 desde Edimburgo hasta la capital inglesa, viaje que acompañó de cerca la princesa Ana.
Sin importar la lluvia, cientos de personas permanecieron a un costado del camino marcado para el cortejo, para ver el vehículo principal que iba iluminado, luego de que la primera ministra, Liz Truss, y el ministro de Defensa, Ben Wallace, recibieran el ataúd en la base aérea Northolt. Así se dio paso al adiós oficial en Londres, la capital del país; mientras que algunos automovilistas hasta descendieron de sus vehículos en pleno tránsito para ser parte de este acto.
Hombres, mujeres y niños entre vítores, aplausos y hasta gritos de “Dios salve a la reina” saludaron el automóvil oficial en el que un Regimiento Real transportó a su majestad, con un iluminado interno para que la población apreciara la bandera en la que iba envuelto y las joyas colocadas encima.
Algunos tomaron fotos y videos para recordar el momento histórico, pues se trata de un hecho que no sucedía en siete décadas, pues fue la única reina que conoció la mayoría de los británicos.
Según los protocolos previstos por la Corona, el cuerpo de la monarca pasó la noche en el Salón Bow del Palacio de Buckingham, residencia en la que hoy el rey Carlos III encabezará una nueva ceremonia luctuosa, un día después de viajar a Belfast, Irlanda del Norte, junto a su esposa, la reina consorte Camila, como parte de la gira por territorio británico para recibir las condolencias por su majestad la reina. En ese lugar caminaron frente a la multitud y agradecieron de mano las expresiones de cariño para la difunda reina y horas después recibió los restos de su madre en el Palacio.
Y será hasta hoy cuando el ataúd sea trasladado en un carruaje a la Abadía de Westminster alrededor de las 15:00 horas, en donde se quedará durante los próximos días, hasta el funeral del 19 de septiembre, mientras ya la aguarda una fila de más de cinco kilómetros de distancia, a un costado del río Támesis.
Los herederos Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, junto a los nietos de la reina y príncipes de Gales, Guillermo y Enrique, así como sus esposas, Catalina y Meghan, respectivamente, seguirán el cortejo de pie para una ceremonia de unos 20 minutos, de acuerdo con la Abadía.
Posteriormente, se abrirán las puertas del recinto a la población para externar sus honores a la monarca, hecho en el que mandos de la Policía admiten que miles se quedarán fuera, sin oportunidad de acercarse ni a unos metros.
Debido a las multitudinarias visitas que recibirá, prevén cortar la fila para entrar el próximo 17 de septiembre,
calculando que sólo los que alcancen ese límite lograrán ingresar para pasar a unos metros de distancia del féretro.
Dicha advertencia hizo que cientos de personas se dieran cita en un enorme campamento improvisado que luce en las inmediaciones del recinto para estar por última vez junto a la reina, en un momento que será único.