El ejército ruso disparó otra oleada de misiles contra infraestructura ucraniana en Kupiansk, región fronteriza que se ubica a unos 300 kilómetros del territorio del que se apoderó el enemigo, en lo que ven como una táctica dirigida a limitar los avances de Kiev.
Funcionarios del gobierno de Volodimir Zelenski denunciaron que el ejército invasor aprovecha el luto en Ucrania, luego de recientes ataques que dejaron hasta cinco muertos en la región de Krivoi Rog —de donde es originario el presidente—, para apuntar sus armas contra puntos civiles.
Entre las zonas afectadas ayer se encuentran varios edificios residenciales, un hotel y hasta una tienda, como documentó el diario The Kiev Independent.
Dicha agresión evidencia que el ejército invasor pretendía causar un importante daño, pues las explosiones comenzaron minutos antes de que terminara la jornada electoral, presuntamente para acorralar a civiles y militares y obligar a esa nación a ajustar sus planes.
Tras los bombardeos, se reveló que Moscú usó un arma guiada, recalcando su estrategia de provocar mayor destrucción y vulnerar a la resistencia ucraniana a más de dos años y medio del choque.
Acto que el Kremlin considera una especie de respiro para los suyos, sector que espera refuerzos ante los tropiezos sufridos durante el último mes en Kursk, pues la Inteligencia ucraniana identificó que el régimen de Vladimir Putin prevé movilizar a miles de combatientes para reforzar dicha zona y revertir los recientes golpes del enemigo, aunque autoridades y mandos rusos estiman que situación actual en este punto es muy difícil, según informes provenientes desde Estados Unidos.
También podría ser un intento ruso de distraer y dividir a los ucranianos, pues ayer también los rusos atacaron casi de manera simultánea Donetsk y Zaporiyia para alterar la logística enemiga, confundir a esas tropas y que tengan menor reacción ante nuevos lanzamientos estratégicos en una clara lucha por ampliar su poder en las fronteras.