RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA
Tinta ITAM
Rosario Castellanos, la feminista mexicana del Siglo XX, escribió en el poema cuyo título tomo prestado: “He aquí la regla de oro, el secreto del orden: Tener un sitio para cada cosa y tener cada cosa en su sitio.” Bajo esta premisa se gestionaron los preparativos —políticos— para el World Economic Forum en su edición para América Latina (WEF Latam). Presidentes, vicepresidentes, líderes de opinión y directivos de las empresas más importantes del continente se darán cita del 6 al 18 de mayo en la Riviera Maya para reflexionar y promover el mejoramiento de la región “más olvidada por Dios y más cercana a Estados Unidos”.
La preparación hace gala de la técnica y prudencia: Si se lee la prensa internacional, un flamante y eufórico suplemento de The New York Times pronuncia: “México está destinado a convertirse en la verdadera estrella de América Latina en el corto plazo, y un jugador global más durante la próxima década”. Las declaraciones de autoridades internacionales, dentro del optimismo correspondiente: Joseph Stiglitz, quién recibiera el Nobel de Economía en 2001, señaló que la diversificación de la economía mexicana y las reformas estructurales emprendidas ayudarán a contrarrestar la baja en precios de petróleo. Además, consideró que el ajuste de tasas promovido por la Fed no representa un riesgo significativo. Para complementarlo, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, afirmó que esta “turbulencia financiera” será favorable para el país pues el mejoramiento de nuestro principal socio comercial es —casi siempre— buena noticia. Eso sí, si la volatilidad financiera aumenta anticipó un ajuste en política monetaria.
Entender este rompecabezas de la economía mexicana —como lo llamó esta semana el también galardonado por el Nobel, Paul Krugman— será uno de los principales enigmas para el importante WEF Latam. Distinguir las piezas y sus articulaciones es necesario para asumir el reto de diseñar estrategias. La apuesta del gobierno federal sigue siendo la propuesta de Castellanos; la regla de oro: el orden. “Pero hay algunas cosas que provisionalmente coloqué aquí y allá o que eché en el lugar de los trebejos”, se lee al final del célebre poema. La sala que muestra el gobierno federal es aquella que sigue la regla de oro; no la que esconde los despojos ni los desagradables pormenores de la economía.
No conviene atraer atención a la percepción de un crecimiento mediocre, un salario real insuficiente y un bienestar escaso en las familias mexicanas. No conviene en año electoral. Son esas particularidades —ocultas bajo la alfombra que recibe a la comunidad internacional— las que permiten encontrar las piezas explicativas faltantes: la debilidad del Estado de derecho, la corrupción, las altas barreras regulatorias, el ineficiente gasto gubernamental, la baja productividad e inversión en capital humano. Hasta que no se desempolven estos camuflados inconvenientes —pasadas las elecciones— seguiremos sin visualizar el escenario completo, lamentándonos por “retazos de tiempo perdido en cualquier parte”.
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@RaulAbCastro