Cómodo en mi deshonra

"En este libro atroz he puesto todo mi corazón", dijo Charles Baudelaire de Las flores del mal, publicado en 1857 y que un artículo del diario francés Le Figaro denunció como inmoral. El Ministerio de Justicia francés decidió procesar al autor y al editor de la obra poética que "fue juzgada bastante oscura", según palabras del poeta. La que sigue es una carta a Victor Hugo: "el hombre mejor dotado, el más visiblemente elegido para expresar por medio de la poesía lo que denominaré el misterio de la vida", en la que reconoce la influencia que ha ejercido sobre él y le agradece que lo haya apoyado en ese trance.

A Victor Hugo

Viernes 23 de septiembre de 1859

Señor,

Tengo gran necesidad de usted, e invoco su bondad. Hace algunos meses, hice sobre mi amigo Théophile Gautier un artículo bastante largo, provocó tal estallido de risa entre los imbéciles que me pareció bueno hacer con él un pequeño impreso, aunque sólo sea para probar que no me arrepiento nunca. Le rogué a la gente del diario que le enviara un ejemplar […]. Sin embargo, es necesario que le explique porqué he cometido esta prodigiosa inconveniencia de enviarle un papel impreso sin adjuntar una carta, un homenaje mínimo, un testimonio de respeto y fidelidad. Uno de los imbéciles de los que hablaba (aquél lleno de ingenio, quiero decir un espíritu agudo) me dijo: "¡Pero, tendrá el descaro de enviar ese artículo al Señor Hugo! ¡No se da cuenta de que está hecho para desagradarle!" Cosa que considero una enorme tontería. ¡Y bien! Señor, aunque sepa que el genio contiene todo el espíritu crítico y toda la indulgencia necesaria, me sentí intimidado y no me atrevía a escribirle.

?Así que ahora tengo que darle algunas explicaciones. Conozco sus libros de memoria, y sus prefacios me indican que superé la teoría que usted generalmente expone acerca de la alianza de la moral con la poesía. Pero en un tiempo en el que la gente se aleja del arte con horror, en que los hombres se dejan embrutecer por la idea exclusiva de utilidad, creo que no hay nada malo en exagerar un poco en el sentido contrario. Quizá reclamé demasiado. Fue para obtener lo indispensable. En fin, aunque un poco de fatalismo asiático se mezcló en mis reflexiones, me considero perdonable. El espantoso mundo en el que vivimos fomenta el gusto por el aislamiento y la fatalidad.?

?Quise sobre todo llevar el pensamiento del lector hacia esa maravillosa época literaria de la cual usted fue el verdadero rey y que vive en mi espíritu como un delicioso recuerdo de infancia. […]

?Necesito de usted. Necesito una voz más alta que la mía y que la de Théophile Gautier, tengo necesidad de su voz dictatorial. ¡Quiero que me protejan! Imprimiré humildemente lo que se digne a escribirme. No se moleste, se lo suplico. Si encuentra en estas pruebas algo que censurar, sepa que mostraré su censura dócilmente, pero sin mucha vergüenza.

Una crítica suya, ¿no es una caricia, puesto que es un honor?

?Los versos que adjunto a esta carta daban vueltas en mi cabeza desde hace tiempo. El segundo fragmento lo hice con la intención de imitarlo (puede reírse de mi fatuidad, yo mismo lo hago), después de haber releído algunos poemas de sus libros, en los que una caridad tan inmensa se mezcla con una familiaridad tan conmovedora. A veces vi, en las galerías de pintura, a miserables pintorzuelos que copiaban las obras de los maestros. Bien o mal hechas, ponían en esas imitaciones, sin saberlo, algo de su propia naturaleza, grande o trivial. Quizá ahí esté la excusa de mi audacia. Cuando Les Fleurs du Mal reaparezcan, con tres veces más material del que suprimió la justicia, tendré el placer de escribir en el encabezamiento de esas piezas el nombre del poeta cuyas obras me enseñaron tanto y dieron tanta alegría a mi juventud.

?Recuerdo que en el momento de esa publicación, usted me envió un cumplido único acerca de mi deshonra, que definía como una condecoración. No entendí muy bien, porque todavía estaba preso de la furia causada por la pérdida de tiempo y dinero. Pero hoy, Señor, lo entiendo muy bien. Me encuentro muy cómodo en mi deshonra, y sé que de ahora en más, en cualquier tipo de literatura que me exprese, seguiré siendo un monstruo y un insociable.

?Hace algún tiempo, la amnistía [Hugo estaba exiliado en Bélgica por motivos políticos] puso su nombre en boca de todos. ¿Me perdona haber estado inquieto durante un cuarto de segundo? Oía decir a mi alrededor: "Al fin, Victor Hugo va a volver". Encontraba que esas palabras hacían honor al corazón de esa buena gente, pero no a su juicio. Su nota llegó para consolarnos. Yo bien sabía que los poetas valían más que cualquier Napoleón, y que Victor Hugo no podía ser menos grande que Chateaubriand.

?Me dicen que vive en una casa en las alturas, poética, y que se parece a su espíritu, y que se siente feliz en el estruendo del viento y del agua. Nunca será tan feliz como su grandeza. Me dicen también que tiene pesares y nostalgias. Quizá es falso. Pero si es verdad, le bastaría con un día en nuestro triste, en nuestro tedioso París, en nuestro París-New York, para curarse radicalmente. Si no tuviera aquí deberes que cumplir, me iría al fin del mundo.

?Adiós, Señor, sentiré un gran honor si alguna vez mi nombre se pronuncia de manera condescendiente en su feliz familia.

Ch. Baudelaire.

Tomado de: Baudelaire, Correspondencia general, selección y prólogo de Américo Cristófalo,

traducción y notas Américo Cristófalo y Hugo

Savino, Paradiso, Buenos Aires, 2005.

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