En rigor, Felipe Calderón va ganando su guerra: al haber sacado ya de circulación a los grandes capos (menos El Chapo, El Mayo, El Azul y El Viceroy) cumple su estrategia de descabezar los cárteles y desmembrarlos en pandillas sin capacidad logística ni mucho poder de fuego.
Pero que se realicen los proyectos del Presidente no significa necesariamente mayor seguridad. Al contrario: como la lucha contra el crimen organizado parece moverse únicamente sobre el carril de la guerra, cuentan más los muertos y la inseguridad.
En ese caso, el Presidente, aun ganando pierde. En la percepción pesan más los ataques a 3 cuarteles en Nuevo León, la suspensión de clases por amenazas de bomba en 14 escuelas de Matamoros, 7 jóvenes ejecutados en una fiesta en Ciudad Juárez, la irrupción de sicarios en la Torre Médica del DF… por sólo citar hechos ocurridos en las últimas 24 horas.
O las cifras generales más sonadas, como los casi 30 mil muertos a nivel nacional en cuatro años: más de cinco mil sólo en Ciudad Juárez desde 2006, y 720 en Nuevo León apenas en los últimos nueve meses; los 50 mil niños que han quedado huérfanos.
Además, la guerra se volvió un freno para el crecimiento de las empresas, que deben invertir en seguridad
antes que en crear nuevas fuentes de empleo, pues de ello depende que sigan operando, según Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente de la Coparmex.
Pero tampoco se trata de regatearle los triunfos al Presidente, quien desde el inicio de su gobierno hasta la fecha se apuntó más golpes que sus dos más recientes antecesores en Los Pinos juntos, el priista Ernesto Zedillo y el panista Vicente Fox.
Se puede decir que la buena racha de Calderón empezó con la caída de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, en diciembre pasado, pero en verdad arrancó desde mucho antes, con la detención de Vicente Carrillo Leyva, hijo del extinto Amado Carrillo Fuentes, fundador del cártel de Juárez.
También a Vicente Zambada Niebla, alias El Vicentillo, hijo de Ismael El Mayo Zambada (segundo de El Chapo en el cártel de Sinaloa), y a Jesús El Rey Zambada, su hermano y quien dirigía la filial del cártel de Sinaloa en el valle de México, en especial de las operaciones en el aeropuerto.
Otro éxito fue la captura de Eduardo Arellano, El Doctor, “líder moral e histórico” del cártel de Tijuana, y el último de los hermanos Arellano Félix, fundadores de esa organización, cuya dirección asumió tras la detención de Francisco Javier, El Tigrillo.
Sin embargo, mientras el Presidente termina de redondear su idea de atomizar los cárteles en pequeñas bandas, los muertos llevan la voz cantante.
Y la sangre pesa más que la estrategia.
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