El asesinato del ex gobernador de Colima Silverio Cavazos —al parecer a manos del crimen organizado— se podría convertir en ominosa advertencia a toda la clase política mexicana. ¿Por qué?
Porque abundan los indicios de que detrás del crimen de Cavazos existe una venganza, un ajuste de cuentas, un cobro de facturas o, en el extremo, una “ejecución ejemplar” —advertencia de que eso les puede pasar antes, durante o después de ocupar los cargos públicos— por parte del crimen organizado y el narcotráfico.
Es decir, estaríamos ante el mensaje de que ningún gobernante en retiro —o todo aquel que haya ejercido un cargo de elección popular—, estaría a salvo de las balas del crimen, si a juicio de las propias bandas criminales tiene facturas pendientes con los barones de las mafias.
Hoy nadie conoce la razón por la que un grupo de sicarios acribilló al ex gobernador Silverio Cavazos fuera de su casa. Sin embargo, las primeras indagatorias apuntan precisamente en esa dirección. A la hipótesis de la venganza, el cobro de facturas o una advertencia para la clase política local —y por el tamaño del crimen una amenaza para la clase política nacional— de que el brazo del crimen puede tardar en llegar, pero siempre llega, aun luego de que sus destinatarios ocupen sus respectivos cargos públicos.
Pero el mensaje adquiere niveles de mayor preocupación —en realidad alcanza los niveles de la seguridad nacional—, si hacemos memoria del real o supuesto accidente aéreo en el que perdió la vida el gobernador Gustavo Vázquez —tragedia ocurrida el 24 de febrero de 2005, y que ya en aquella fecha despertó sospechas de que se trató de algo más que un accidente, debido a las condiciones en que se precipitó a tierra el avión—, ya que se podría hablar de una cadena de exterminio contra los gobernantes estatales. En este caso contra los de Colima.
Por lo pronto, de confirmarse —como todo lo indica— que el asesinato fue ordenado y ejecutado por las bandas del crimen organizado y sus brazos armados del narcotráfico, se habría cerrado un ciclo criminal que lo mismo mata a candidatos a gobernadores, o virtuales mandatarios estatales —como el caso de Rodolfo Torre Cantú, virtual gobernador de Tamaulipas—, que a ex gobernadores, como Silverio Cavazos. Por eso las preguntas obligadas:
¿Quién sigue en Colima? ¿Quién manda en Colima? ¿Por qué Colima? Y la pregunta que preocupa a todos en la clase política mexicana: ¿quién está a salvo? Es momento de que todos pongan las barbas a remojar.
EN EL CAMINO. Y donde también prendieron los focos rojos, y no tardaron en poner las barbas a remojar, fue en el PRI. Ante indicios de fractura Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones, Enrique Peña y el jefe de San Lázaro, Jorge Carlos Ramírez Marín, apagaron de inmediato el fuego. Pura supervivencia.
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