Otto Granados
Aunque el pensamiento convencional dice que las comparaciones suelen ser odiosas, cuando se viaja por Asia y se observa lo que allí ocurre, es inevitable pensar en lo que pasa (o no pasa) en México y, sobre todo, anticipar, a partir de la coyuntura política y la naturaleza del debate intelectual, el futuro económico y político del país.
Si se miran las cosas en un contexto más amplio y sofisticado, analizando por ejemplo el caso de Asia, es posible, en consecuencia, identificar la cuestión a fondo: más allá de los buenos deseos, los modelos eficaces para generar crecimiento, desarrollo y competitividad nacionales pasan necesariamente por el liberalismo económico, la innovación tecnológica, la formación de alto capital humano, la infraestructura de calidad, la apertura comercial y la inversión extranjera.
Es decir, lo que China y otros países asiáticos están haciendo no son ensayos alternativos, sino ejecutando, precisamente, el conjunto de políticas públicas que ha probado su eficiencia. ¿Cuáles?
Una primera: en los últimos años algunos de los sectores más crecientes en China no han sido los intensivos en mano de obra y bajo valor agregado como el textil, la confección y el calzado, que han ido emigrando a otros países del Sudeste asiático, sino otros más complejos e integrados.
Según la OCDE China rebasó ya a EU como el principal exportador mundial de bienes tecnológicos para la información y la comunicación —incluyendo lap tops, celulares y cámaras digitales—, gracias, entre otras cosas, a la capacidad de China de atraer a la inversión extranjera más importante del mundo en este campo —Nokia, Cisco, Microsoft o Motorola—, a la innovación y la investigación desarrollada —fabricando algunas de las supercomputadoras más rápidas del mundo— o produciendo microprocesadores muy sofisticados.
En síntesis, lo que están haciendo es articular un círculo virtuoso entre educación, investigación, apertura e infraestructura.
Una segunda: hay mayor inversión privada en más sectores estratégicos. En los últimos años, Bill Gates concretó en India inversiones por más de mil 500 millones de dólares de Microsoft; Francia instalará en China nuevas facilidades de ensamblaje para construir parte de los 150 aviones Airbus que seis aerolíneas de este país adquirieron recientemente; Shanghai está construyendo el puerto más moderno del planeta en parte con capital privado, y en Vietnam, un país teóricamente socialista, el 60% de la economía nacional está ya en manos privadas tanto domésticas como extranjeras.
Tercera: la educación no es pública o privada, es buena o mala. Tiempo atrás, de visita en Vietnam, atestigüé cómo el Ministro de Educación anunciaba, sin problema, que, a fin de acelerar la formación del capital humano necesario para elevar la competitividad de ciertos sectores, había decidido introducir en las licenciaturas en ciencias duras y exactas de una decena de universidades locales, una currícula importada de varias universidades extranjeras, impartirla en inglés y formar un grupo importante de profesores en otros países con el patrocinio de Intel.
Nada más que eso, nada menos tampoco.
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