¿Por qué piensan que somos idiotas?

Raymundo

PRIMER TIEMPO: no le vaya a crecer la nariz. De excelente humor y bromista —aunque su clásica forma, estilo y tono de voz hacen difícil que salga fácilmente la risa—, el ex presidente Ernesto Zedillo acudió como ponente de lujo al Consejo General de Banorte esta semana. Habló sobre los retos de América Latina, que habría que enfrentar, dijo, de tres maneras: “Estado de Derecho, Estado de Derecho y Estado de Derecho”. Clarísimo. País de leyes, como requerimiento indispensable y prioritario para el futuro continental. Zedillo juega con la desmemoria. Último presidente que creció y se educó en un sistema político autoritario fue, como ninguno en la última fase de ese régimen, violador de lo que hoy defiende. Hubo cosas casi anecdóticas, como el permitir que sus hijos organizaran una fiesta de paga para ver una película de Batman en el Salón “Adolfo López Mateos” en Los Pinos, que ante el escándalo por el uso particular y oneroso de una casa propiedad del pueblo, tuvo que cancelar… el cobro. O cuando las escoltas militares de sus hijos golpearon a uno de los miembros del equipo de luz y sonido del grupo U2 que lo mandaron al hospital y a los irlandeses de Bono dejar de venir a México por más de una década. Hubo otras menos folclóricas, como fue que para que le ayudara en asuntos familiares, contrató a su cuñado en la Presidencia, con lo cual violó la Ley de Responsabilidades de los Funcionarios, o como sucedió cuando, para tender cortinas de humo sobre la profunda crisis financiera en el arranque de su gobierno, generó una distracción popular en la persecución de Raúl Salinas de Gortari, cuando le permitió al procurador de extracción panista, Antonio Lozano Gracia, inventar pruebas mediante la compra de testigos —500 mil dólares al principal— para que cambiara su declaración ante el ministerio público e involucrara al hermano de su antecesor. Zedillo nunca aplicó el Estado de Derecho que ahora proclama. Peor aún, el momento supremo de su violación —y autoritarismo— fue cuando para reformar la Suprema Corte de Justicia, dio un golpe de Estado técnico al máximo tribunal. El Poder Ejecutivo que él encabezaba, dejó a la nación sin Suprema Corte de Justicia durante 11 días. No hubo mucho respeto a las leyes en su sexenio, que hoy se olvida o perdonan quienes sí tienen la memoria, porque allanó el camino para que el PAN, con Vicente Fox, llegará a la Presidencia. La primera alternancia en la Presidencia le valió construir credenciales de un demócrata que se juzga por ese cambio de régimen no por la ruta que siguió. El fin justifica los medios también en el caso de Zedillo, que presumió aquí lo que tantas veces violó.

SEGUNDO TIEMPO: el tiro le salió por la culata. Difícilmente podría haberle llegado al gobierno de Enrique Peña Nieto la travesura del Departamento de Estado que desclasificó un paquete de memorandos confidenciales de los tiempos de la guerra contra el narcotráfico del ex presidente Felipe Calderón. El Departamento de Estado cuestionó la estrategia calderonista por las “consecuencias no deseadas”. El año en que se escribió ese reporte fue 2010, cuando la política de fuerza estaba descabezando a los cárteles de las drogas, rompiendo sus rutas de distribución, comercialización y, como consecuencia afectó su flujo y el pago a sus sicarios. El resultado fue la mudanza de delitos del orden federal, al fuero común, como el secuestro, robo, extorsión, chantaje y protección. Todas las agencias policiales y de inteligencia en Estados Unidos aplaudían en esos años la estrategia de fuerza de Calderón, pero el Departamento de Estado, que veía otras cosas, levantaba las cejas. La cancillería estadounidense estaba preocupada porque acabar con los jefes del narcotráfico había generado un vacío, ocupado por “personal con menor experiencia e indisciplinado”, que produjeron la multiplicación de asesinatos que aterrorizaron al país. Eso no pasó desapercibido por el gobierno de Calderón, que había apostado por la atomización de los cárteles y su transformación en pandillas para poder controlarlos. Pero, “no calculamos la velocidad con la que se iban a reproducir, y la violencia con la que iban a resurgir”, admitió un miembro del gabinete de Calderón en su momento. Pese al diagnóstico, no hicieron nada. Calderón mantuvo la misma línea de golpeteo, con las Fuerzas Armadas y la Policía Federal realizando el trabajo sin importarle, como le decían, que transformaban el fenómeno del narcotráfico a uno de pandillas y narcomenudeo. Varios de sus ex secretarios han estado martillando al gobierno de Peña Nieto por su estrategia de seguridad, que dicen no fue tan eficaz como la de Calderón. Tienen razón. Golpeó con enorme eficacia a las cabezas, aunque, por diseño deliberado, bañó de sangre amplias zonas del país. Washington, que tanto lo elogió, ahora muestra que no era tan homogéneo el aplauso, y que había funcionarios a quienes tanta muerte los tenía realmente preocupados.

TERCER TIEMPO: ¿De verdad nos cree idiotas? En la mismísima tarde que el presidente de Venezuela Nicolás Maduro anunció que el 8 de diciembre sería el “Día de la Lealtad y el Amor al Comandante Supremo Hugo Chávez”, el Comando de Defensa de ese país interceptó un avión con matrícula mexicana que se dirigía a la isla Bonäire en las Antillas Holandesas sobre su espacio aéreo —a mil 500 kilómetros de su destino—, la obligó a aterrizar en la provincia de Apura —ampliamente conocida por ser de donde despegan aviones con cocaína colombiana hacia América Central— y en tierra firme le disparó un misil. El gobierno de Maduro informó al mexicano que sospechaban que era utilizado por el narcotráfico y que no sabía nada de sus tripulantes porque se les habían escapado. Antes de investigar, llevar forenses y buscar evidencias, lo quemaron. ¿Qué sucedió con los pasajeros que, de ser cierta la versión, deben andar a pie, perdidos en la sabana, bajo lluvias tropicales, sin agua ni alimentos? ¿Dónde están sus Fuerzas Armadas, siempre alertas para un ataque del enemigo, que no pueden encontrar a nueve mexicanos? ¿Qué traía en su interior el avión? ¿Dónde está la caja negra del aparato? ¿Dónde está la ruta aérea que siguió esa nave mexicana antes de ser obligada a aterrizar? Pues nada de eso está resuelto. El avión debe haberles causado miedo porque lo destruyeron, dicen, casi inmediatamente. Y la pista donde aterrizó también les debe haber preocupado por tantos fantasmas que debe albergar, porque la “inhabilitaron”. Benditos soldados venezolanos que actuaron con enorme prontitud, para que no digan luego que están metidos en el narcotráfico. Qué mal pensados son todos. Ya lo había dicho el comandante Chávez. Son los maldicientes, sus enemigos, los únicos que dicen que están hasta el pescuezo con los cárteles colombianos. Maduro nos ha dado el claro ejemplo de dónde están. Faltaba más.

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