Raymundo
PRIMER TIEMPO: Lo esencial, sí es cierto, es invisible para los ojos. De la nada, aparentemente, surgió un problema entre universitarios. El martes, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) dio a conocer una recomendación en contra de la UNAM por la agresión física y el acoso sexual de un profesor de la Preparatoria 9, a una alumna de 16 años. Al día siguiente, el rector de la UNAM, José Narro, explotó. Exigió al presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, que respetara los plazos y formas, puesto que la universidad tenía hasta el próximo miércoles para responder la recomendación. “Que no nos hagan pensar que porque ya no están con nosotros o que tienen algún enojo con la institución porque no cumplieron con sus tareas, tengan alguna actitud de esa naturaleza”, dijo Narro. La CNDH dijo que la UNAM limitó su actuar al ámbito laboral, a lo que Narro dijo que no había quedado impune el responsable del acoso. El viernes, el abogado de la UNAM, Luis Raúl González Pérez, a quien iba directamente dirigido el obús, contraatacó: “Confunde la CNDH que el papel de la UNAM no es el del ministerio público”. No paró ahí. “Actuó falazmente y con dolo”, acusó. Después de una metralla en medios de cuatro días, la UNAM tomó la iniciativa con un as bajo la manga. ¿A qué se refería el doctor Narro cuando sugirió que había venganza de la CNDH en contra de la institución? A temas estrictamente laborales. No lo dice el rector, ni otro funcionario de la UNAM. Pero las directas, que no insinuaciones, van directamente dirigidas a Plascencia y al director de Quejas de la CNDH, Máximo Carvajal, quienes perdieron sus derechos como maestros de la UNAM en los dos últimos años, por quererse pasar de vivos. Es decir, el tema de sus plazas, su antigüedad y sus jubilaciones, ¿por encima de la defensa real de los derechos de los ciudadanos? En el fondo de este sonoro diferendo público, parece que la condición humana siempre prevalece.
SEGUNDO TIEMPO: La daga envenenada busca víctimas. ¿Cómo se les ocurre que la CNDH actúe con fines políticos? Eso es lo que responde el ombudsman Raúl Plascencia cuando se le sugiere que la embestida contra la UNAM al dar a conocer una recomendación antes de que se cumpliera el plazo para su respuesta, tiene que ver con el interés del abogado de la institución, Luis Raúl González Pérez, de contender el próximo año por la presidencia de la CNDH. Pero si la ecuación apunta al futuro, ¿por qué el rector de la UNAM, José Narro, sugirió que haber divulgado la recomendación fuera de plazo obedecía a una venganza de Plascencia? La historia arranca en noviembre de 2009, cuando en una segunda ronda de votación, Plascencia fue electo como presidente de la CNDH, con un total de 78 votos, contra 32 de Emilio Álvarez Icaza, que en ese entonces presidía la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, y sólo dos de González Pérez, que ya era el abogado de la UNAM. Esa cómoda victoria no lo fue así en realidad. Plascencia, que era respaldado por el presidente saliente de la CNDH, José Luis Soberanes, y por el presidente Felipe Calderón por los oficios del gran amigo de ambos y en ese entonces secretario de gobierno de Baja California, José Francisco Blake, no logró la mayoría de los votos en la primera ronda. En las negociaciones con los senadores, se le aseguró a los universitarios que González Pérez iba a derrotar a Plascencia, sin duda alguna, y sin complicaciones. ¿Qué fue lo que sucedió para que el actual presidente de la CNDH lo apaleara? Que en el Senado, los priistas que tenían la batuta, negociaron otras designaciones en el Tribunal Electoral con el gobierno federal, por lo cual sacrificaron a González Pérez, quien con la votación final quedó muy sentido por la forma como dejaron los priistas que lo maltrataran. El rector Narro también, y pasó mucho tiempo para limar las asperezas con el entonces líder priista en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, quien siempre dijo que por él no pasó ninguna negociación. Pero ¿el pasado es futuro? Plascencia lo descarta. Falta un año para que vuelva a ponerse en juego la presidencia de la CNDH y, como alega, ni siquiera sabe si González Pérez contenderá. Le parece ridículo. De alguna manera lo es. La daga envenenada se encuentra en otra parte.
TERCER TIEMPO: Ni modo, los tienen atrapados. Las afirmaciones corren libremente por los jardines de la UNAM. El presidente de la CNDH, Raúl Plascencia, está cobrando facturas porque lo obligaron a renunciar como maestro de la Facultad de Derecho y cortándole su antigüedad. Mentiras, se defiende. Dejó de dar clases en 2009 para irse a un sabático y al entrar en ese año como visitador a la CNDH, pidió licencia sin goce de sueldo. Es cierto, confirmaron funcionarios universitarios, pero el problema es que las licencias sólo pueden ser por un año, y no como pretendía hacerlo indefinidamente. Plascencia tenía todo el apoyo de quien fue dos veces director de la Facultad de Derecho, Máximo Carvajal, quien llegó a la CNDH en 2007. Carvajal, con amplia biografía académica, es el director de Quejas de la CNDH, que proceso las denuncias de abuso sexual en la Preparatoria 9 y elaboró junto con Plascencia los alegatos de la recomendación. Conocedores ambos del Derecho, levantaron suspicacias al asignarle a la UNAM la tarea del ministerio público, como reclaman en la recomendación, y plantear que ni siquiera acudieron a la Contraloría interna, sabedores, principalmente Carvajal, que ese trámite no procedía. No los pueden acusar de desconocimiento, sino como afirmó el abogado de la universidad, Luis Raúl González Pérez, de dolo. En la UNAM ven un patrón de venganza similar al de Plascencia, en el caso de Carvajal, quien durante cuatro años cobró como trabajador de tiempo completo en la CNDH y en la Facultad de Derecho hasta 2011, cuando le dijeron que lo que hacía era administrativamente indebido. Para fuera. Como a Plascencia, lo obligaron a renunciar a su plaza. El abuso sexual en la Prepa 9 le cayó en las manos y lo aprovecharon para cobrar cuentas por afectarles el bolsillo. ¿O no? Si estos rugidos del Puma son correctos, la afirmación de Plascencia de que no hay nada político detrás de la recomendación es cierta, aunque por lo que toca a los intereses particulares, tendrá cosas aún
por explicar.
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