Michoacán, el Régimen de Vichy

Raymundo

PRIMER TIEMPO: La claudicación se escribe con “V” de Vichy y Vallejo. Va con todo el gobierno federal a Michoacán. La Policía Federal, el Ejército, la Marina y todo el gabinete económico y social. También va, al frente de todos, el mariscal Alfredo Castillo, comandante general de las fuerzas de ocupación, bajo el título de Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán. Ante la debilidad institucional en el estado, como describe el presidente Enrique Peña Nieto, no había opción táctica alguna. O entraban a tomar Michoacán, o cualquier esfuerzo tendría garantizado, como en el pasado, el fracaso. Castillo, un funcionario tan locuaz como atrabancado, tan funcional para los proyectos peñistas y de corazón mexiquense leal, entró con la máquina a toda velocidad. Primero un recorrido por los medios electrónicos y luego por los impresos. Ya llegué. Sin mayor protocolo, su primer día completo de trabajo la semana pasada fue convocar a toda la estructura de seguridad michoacana, a una reunión de trabajo para evaluarlos y revisar el papel de sus ministerios públicos, comandantes y policías. En la epidermis nacional, estaba claro. Eso del federalismo mexicano, se había ido a la basura. La decisión vertical del Ejecutivo de tomar Michoacán fue consecuencia de que al gobierno michoacano, responsable de mantener pegado al estado, se le escapó de las manos, precisamente, el estado. No muchos dijeron abiertamente que en el drama michoacano por la violencia

desatada, una víctima colateral fue el gobierno constitucional. De una manera menos sutil, la prensa le disparó preguntas punzantes al gobernador, Fausto Vallejo, quien cayó en la provocación: “No soy ningún títere ni un pelele”. Pero además, cuando le preguntaron su opinión sobre el gabinete de seguridad michoacano, les refrendó su confianza y dijo que eran buenos funcionarios. Pocas horas después, fueron relevados de sus cargos. Lo ordenó Castillo y tuvo que someterse Vallejo. Michoacán entró a lo que vivió Francia durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, y Vallejo se convirtió en un reciclado del general Philippe Pétain, el jefe de Estado del Régimen de Vichy, la única región en Francia —a 450 kilómetros de París—, que los nazis dejaron sin ocupar para hacer sentir a los franceses que aún tenían Patria. Nadie se lo creyó, y Pétain fue juzgado al terminar la guerra. Momentos de la historia para recordar.

SEGUNDO TIEMPO: También en el reino del poder hay zozobra. Por más esfuerzos de persuasión que hizo el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para que el gobernador con licencia, Fausto Vallejo, la renovara y permitiera una transición constitucional que permitiera mantener la frágil estabilidad que estaban alcanzando en Michoacán, fue imposible. Los michoacanos votaron por él, y los gobernaría. Frases bonitas pero estériles. No sólo fue incapaz de gobernarlos, sino que perdió la mitad del territorio en manos criminales y prácticamente en forma absoluta, la gobernabilidad. Pero como dicen los políticos, si no es por las buenas, es por las malas, y le impusieron por decreto a un comisionado federal que resuelva las cosas. A Vallejo no le gustó que le tiraran encima a Alfredo Castillo, el bombero preferido por el presidente Enrique Peña Nieto desde que era gobernador, y comenzó a forcejear públicamente con él. Claro que no tomaba órdenes de él, afirmaba con sus acciones, y si el Presidente tenía a su comisionado, él también tendría al suyo en Tierra Caliente. Faltaba más. Si los grupos criminales y los paramilitares habían declarado a Tierra Caliente territorio autónomo llamado Leviatán, él no tenía por qué no rebelarse. Pero no es lo mismo ganar las tierras con las armas, que ganar espacio con los berrinches. Ya llevaba camino andado en las últimas semanas donde mientras el secretario Osorio Chong decía blanco, él declaraba negro. Para aparentar entre las sombras en las cuevas que él gobernaba, lo repetía sin cesar al aire, donde nadie lo escuchaba, y quien lo oía, reía. Su terquedad ha provocado una desgracia constitucional. Si no podía gobernar, por razones de salud o por razones de capacidad, ¿por qué regresó? El federalismo mexicano se mantenía con el gobernador sustituto Jesús Reyna, pero se fue a la basura porque con el pretexto de mantenerlo, lo destrozó. ¿Cómo mantener el federalismo y el contrato social en casi la mitad de Michoacán, que había sido capturado por grupos armados al margen de la ley? Los intereses personales prevalecieron por encima de los intereses michoacanos en Vallejo, hasta que el gobierno federal lo paró en seco. Ninguna decisión estratégica puede ser tomada por él. Ninguna planificación para el desarrollo que no sea federal. Ninguna orden en el campo de la administración y procuración de justicia. Sólo puede ir como parte del escenario, arropado por el discurso de que quien gobierna en Michoacán es él, aunque todos saben, comenzando por Vallejo, que su papel es como el del general Philippe Pétain, un líder de papel que sólo sirve de parapeto.

TERCER TIEMPO: A Michoacán lo gobiernan mexiquenses. Si regionalismo exacerbado en México se refiere únicamente a lo que tiene que ver con la ciudad de México, se puede decir que el comisionado federal en Michoacán, Alfredo Castillo, realizó los cambios —que formalmente ejecutó el gobernador Fausto Vallejo— adecuados. Pero si regionalismo es, como en uno de sus documentos fundadores especificó La Familia Michoacana —vuelta a nacer como Los Caballeros Templarios—, todos aquellos que no son michoacanos, se van a meter en problemas. Hace una semana sustituyó al procurador y al secretario de Seguridad Pública estatales, por José Martín Godoy y Carlos Hugo Castellanos, sus brazos armados en la Procuraduría Federal del Consumidor, de donde saltó a comisionado, y viejos camaradas del estado de México. Godoy, la inteligencia jurídica detrás de Castillo, trabajó con él a principio del sexenio en la PGR como fiscal, y en el estado de México, fue subprocurador cuando su actual jefe, era su jefe. Castellanos también trabaja con Castillo desde la procuraduría mexiquense, y hace un eficiente ménage à trois jurídico que responde a las necesidades estratégicas del Presidente, que antes fue gobernador. Si el regionalismo se impone, no se necesita sólo topar con esa debilidad institucional que aqueja Michoacán, sino con razones bastante más subjetivas: una falta de colaboración contra los representantes de las fuerzas de ocupación que tomó las riendas de un estado que se estaba evaporando.

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