Angélica Ortiz Dorantes
“El Vaticano adoptó políticas que permitieron violar y acosar a miles de niños”, esta afirmación la hizo, hace unos días, el Comité de los Derechos Humanos de los Niños de la Organización de las Naciones Unidas. Asimismo, apelando al cumplimiento de la Convención sobre los Derechos de los Niños, formuló a la llamada Santa Sede, una serie de recomendaciones entre las que se encuentran: “Se recomienda modificar la Ley del Derecho Canónico para que el abuso sexual de niños sea considerado un crimen y no una 'ofensa en contra de la moral', por lo que se deberán deponer todas las disposiciones, por las que existe la obligación de permanecer callado cuando se es víctima o cuando se es testigo de este delito”.
Ante los señalamientos del Comité de la ONU, el Vaticano, a través de su portavoz Federico Lombardi, ha manifestado que: “La manera con que ha sido presentado (el informe), las objeciones y la insistencia sobre varios casos en particular, dejan pensar que se ha dado mucha atención a la visión de organizaciones no gubernamentales, a priori hostiles contra la Iglesia católica, la Santa Sede y sus posiciones” (La Razón 8/02/2014).
Las palabras de Lombardi recuerdan el diálogo de Michael Corleone con Carlo Rizzi. “Pero no insistas en que eres inocente, no insultes mi inteligencia. Ahora dime: ¿Quién fue…” (Mario Puzo, El Padrino, Barcelona, Ediciones B S.A., 2001). La defensa de Lombardi también insulta al derecho y la justicia. Ignoro si el comité de la ONU ha tomado en cuenta o no la “visión de las organizaciones no gubernamentales”, supongo que lo ha hecho porque se reunió con varias de ellas antes de emitir su informe. Pero lo que no supongo, porque es un hecho, es que, en diferentes países (México incluido), curas católicos han abusado sexualmente de un número indeterminado de niños. Señalar, como argumento de defensa, que se ha tomado la visión de un grupo que no simpatiza con la iglesia es tratar de desviar la atención sobre lo verdaderamente importante: ¿Quién ha abusado sexualmente de los niños?
La Convención sobre los Derechos de los Niños establece, en su artículo 19, que: “Los estados partes adoptarán todas la medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo” (numeral 1) y “Estas medidas de protección deberán comprender, según corresponda, procedimientos eficaces para el establecimiento de programas sociales, con objeto de proporcionar la asistencia necesaria al niño y a quienes cuidan de él, así como otras formas de prevención y para la identificación, notificación, remisión a una institución, investigación, tratamiento y observación ulterior de los casos antes descritos de malos tratos al niño y, según corresponda, la intervención judicial” (numeral 2). Además, todos los estados firmantes deberán atender siempre “el interés superior del niño” (artículo 3 de La Convención). Las recomendaciones del Comité no tienen fuerza vinculante; es decir, el Vaticano no está obligado a atenderlas. Pero de acuerdo con la Convención —firmada por el Estado Vaticano en 1990—, lo procedente sería que la Santa Sede realizara todos los actos necesarios para que se puedan llevar a cabo las investigaciones y, de esta manera, sancionar penalmente a los responsables de estos delitos.
Alberto Athié, ex sacerdote y autor del informe que se entregó a la ONU sobre víctimas mexicanas, declaró que: “No hay duda de que la Santa Sede es responsable de un mecanismo sistemático de protección y encubrimiento a los clérigos pederastas, que en muchas partes del mundo cometieron abusos sexuales en contra de niñas y niños, y que en vez de proceder conforme a justicia, a dignidad y a los derechos de las víctimas, procedieron protegiendo a los pederastas para proteger su imagen y el prestigio de sus miembros…” (Animal político 6/Feb/2014).
Se dice que la omertá es el código de honor que estableció la mafia siciliana, y que consiste en prohibir que una persona hable de un delito —incluso si fue víctima de éste o es inocente de lo que se le imputa— porque se considera que los crímenes incumben únicamente a los implicados. Omertá es un código de silencio. En el informe se asegura que la Santa Sede tiene mecanismos que llevan a los implicados en los crímenes (víctimas y testigos) a guardar silencio acerca de los abusos de los pederastas. ¿Tiene el Vaticano su propia omertá?
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