A pleno sol

Paquito D´Rivera

Para ti, traigo a Cuba en mi voz

Sus canciones más bellas

Y un mensaje de amor.

Fernando Mulens

La última vez que vi a Fernando Mulens fue en 1986, cuando la contralto portorriqueña Ruth Fernández, antigua amiga de mi familia y de los Mulens, nos llevó a Brenda, mi mujer, y a mí, a visitarlo.

Creo que fue en ocasión de una de esas despedidas que le organizaban a Olga Guillot cada cierto tiempo, donde la bolerista terminaba siempre dramáticamente, entre sollozos y a grito pelao suplicándole al público que no insistan más en mantenerla atada a la profesión; aunque esto sea absolutamente imposible de lograrlo sin contar con su propia decisión y consentimiento. Pero como to’el mundo quería a Olga, lo bueno de todo ese show es que la mantenía entretenida y activa, a ella y a los que participábamos en aquellos retiros periódicos. Encuentros que eran excelentes ocasiones para salir juntos, jugar al billar, tomar unos traguitos, irnos de madrugada a comer frijoles en el Versalles de Miami, el Metropol de San Juan o el Victor’s Café de Manhattan, dependiendo de la localidad escogida. Allí nos reuníamos con viejos amigos que no veíamos en muchísimo tiempo, y que debido a nuestras variadas actividades, no nos encontrábamos más que en los aeropuertos. Y a veces en los sitios más raros, como aquella vez que estaba yo descargando en un club de Jazz y librería que hay en Buenos Aires llamado “Clásica y Moderna”, cuando en medio de mi solo, me quedé sin aliento: a las tres de la mañana, veo entrar por la puerta, precisamente a Olga Guillot con Sandro el famoso cantante argentino.

Recuerdo que, a modo de bienvenida, colé dentro de la armonía de la pieza de Jazz que estábamos tocando, al entrar Olga y Sandro, un trocito de “A pleno sol te vi llegar”, de Fernando Mulens, a lo que los dos cantantes me respondieron: “…Con tu sonrisa de cristal”…

Fernando Mulens había nacido en San José de los Ramos, en 1920, y fue siempre un poco nómada, desde que a los 14 años se trasladara con su familia a la ciudad de Matanzas. Allí laboró como pianista acompañante en emisoras de radio, hasta que en 1939 se estableció en La Habana y continuó su labor en programas radiales de la capital. Tenía entonces 17 años y comenzó a componer.

Fascinado con el estilo elegante y romántico de Mulens: en 1944, el mexicano Pedro Vargas se lo llevó como pianista acompañante por toda América. En 1947 regresó a Cuba, pero en breve, nuevamente salieron en gira, esta vez por EU. Ya se había dado cuenta de que no podía estarse quieto por demasiado tiempo.

En 1949, retornó a La Habana y acompañó a la cantante María Luisa Landín, con quien se casó poco después. Con María Luisa vivió un tórrido romance artístico y juntos hicieron extensas giras por Cuba y por toda América. En 1951 viaja con Ernesto Lecuona y Esther Borja a España, donde dirigió la Orquesta de Cámara de Madrid en la antológica grabación del disco “Rapsodia Cubana”, de Esther Borja “que probablemente sea el mejor disco de música cubana de todos los tiempos”, según el musicólogo Cristóbal Díaz Ayala.

El matrimonio con María Luisa Landín naufraga, alrededor de los días en que Fernando se deslumbra con la belleza de una joven modelo llamada Leonor Sánchez. En aquellos tiempos de puritanismo, Leonor tuvo la osadía de soltar al viento su larga cabellera, y salir montada sobre un brioso caballo pinto, totalmente desnuda en el escenario del teatro América. A pesar de las críticas el compositor, ebrio de amor, le propuso matrimonio a la Lady Godiva criolla.

Con ella tuvo tres hijos y fue feliz mientras pudo. Poco después Mulens, “pate’ perro” como el solo; decide mudarse a Buenos Aires. Allí hace amistad con el poeta Roberto Lambertucci, y como el apellido de Fernando era realmente López Mulens, forman el binomio López-Lambertucci, componiendo canciones que se han perdido en el tiempo.

Dice un viejo adagio que “donde fuego hubo, cenizas quedan”, y en un programa del canal 2 titulado “Reina por un Día”, que dirigía el genial animador y empresario santanderino Gaspar Pumarejo, la ganadora fue Leonor Sánchez, que pidió como premio que le trajeran a su esposo de Buenos Aires. Pero algunos comentaron que a Fernando le iba demasiado bien en Buenos Aires y sus múltiples compromisos no le permitían el regreso.

Otros aseguraban que su situación económica era precaria y que ese viaje no era posible.

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