2 de octubre. La vigencia del olvido

RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA

Tinta ITAM

El calendario tiene el poder de convertir en rito los momentos de inflexión en nuestras vidas. Las fechas evocan lo que de nuestro pasado perdura. Las últimas semanas marcaron el aniversario de tres sucesos trágicos en la historia de México que generaron reacciones extraordinarias; es por ello que se recuerdan. Y no hablo de las fiestas patrias calendarizadas oficialmente, sino de tragedias que trascendieron por haber unido a los mexicanos bajo el cobijo de la indignación y la solidaridad. Al menos –me atrevo a decir– a la gran mayoría.

Me refiero al terremoto que sacudió la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985, la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa el 26 de septiembre del año pasado y la matanza estudiantil de Tlatelolco en 1968. Esta última se recuerda hoy bajo la consigna: 2 de octubre no se olvida.

No juzguemos estos sucesos bajo la cómoda distancia de un espectador. Al hacerlo, nos creeríamos exentos de convertirnos en víctimas. Recordar las muertes como cifras y a la tragedia como fecha es olvidar lo más importante: los mexicanos podemos poner a un lado nuestras diferencias y actuar bajo un principio de humanidad, solidaridad y empatía. Y esto, es lo más vigente. ¿Qué se necesita para que lo hagamos?

El factor común de los tres eventos es una abrumadora cantidad de muertos. En el caso del terremoto fueron víctimas de una catástrofe natural; un evento cuasi-estocástico ajeno a la voluntad de cualquier individuo. En el caso de las matanzas estudiantiles, a causa de la orden directa de un autócrata perverso, frívolo e incompetente. No sé bajo qué circunstancias se activa nuestro humanismo. Lo que sí me queda claro es que hoy vivimos un México mejor gracias a aquellos esfuerzos marginales por alzar la voz. Si la sociedad civil pudo organizarse y responder ante tragedias que penetraron nuestras fibras más sensibles, poco le costaría –o le debería costar– a mi generación, el organizarse para exigir la justicia más elemental.

Durante mucho tiempo me cuestioné el valor de las marchas; ante la duda me conquistó la pasividad. He de confesar que sigo sin saber cómo medir aquello que se obtiene de la protesta, pero me queda muy claro que la mezquindad es lo que menos necesita nuestra época. Expreso mi más profundo respeto por los mexicanos que optan día a día por defender la libertad, por no callar ante la injusticia y por exigirse hacer las cosas bien. Más aún, admiro a los auténticos revolucionarios del s. XXI (aquellos que osan cometer el mayor acto de mayor rebeldía para la coyuntura que atraviesa México): el asumirse optimistas radicales. El todo sí es igual a la suma de sus partes si es que cada una posee una dotación infinita de empatía. No lo olvido. No olvidemos.

Invitación.

Para que las fechas continúen exigiendo reflexión, los invito el próximo 12 de octubre al Homenaje a Alonso Lujambio, donde se entregará el premio al concurso de Ensayo Político edición 2015, un video con testimoniales y la conferencia magistral ¿Qué elecciones para qué democracia? de la Dra. Flavia Freidenberg. Auditorio Raúl Bailléres, ITAM Río Hondo. 19 hrs.

@RaulAbCastro

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