Topo Chico, nuevo fracaso institucional

Las cárceles originalmente fueron pensadas para la reclusión de quienes violaban las leyes en un gran avance del derecho que cambió el pensamiento por encima de mutilaciones o ejecuciones.

Si bien en ocasiones se han usado como herramientas de represión, en las democracias más vanguardistas tienen la finalidad de readaptar a delincuentes, a quienes se les ha encontrado culpables de delitos para que puedan

volver a la sociedad.

El sistema penitenciario mexicano está muy lejos de esa aspiración. Los penales están llenos de delincuentes de bajos recursos que no pueden pagar abogados, de gente que sigue esperando juicio y sentencia; y de personas a quienes no se les ha seguido el debido proceso.

Y una de las peores deudas del sistema es que no existe ningún ejercicio hacia la readaptación. Hoy las cárceles están sobrepobladas, son semilleros para la comisión de delitos de mayor impacto, centros desde donde se mantienen operando extorsiones y nidos de corrupción de las autoridades.

La fuga de El Chapo Guzmán evidenció los privilegios de los que un reo puede gozar. Cada que pasa algo dentro de los penales, las autoridades deciden hacer su trabajo y nos enteramos de decomisos de contrabando y hasta de la presencia de redes de prostitución

en su interior.

Lo que pasó en Nuevo León en el penal de Topo Chico marca un nuevo fracaso institucional, uno que costó 49 vidas. Un fracaso que pudo haberse evitado.

Por lo que ahora sabemos, una célula de Los Zetas intentó matar a un líder del Cártel del Golfo y eso desató la batalla.

El sujeto del intento de asesinato, el Credo, tenía una habitación (celda) de lujo, con cama king size, pantalla de 50 pulgadas; una mujer tenía acceso a ella. Nos enteramos porque el procurador de Nuevo León nos lo dijo, pero antes

ni él lo sabía, ¿o sí?

El gobernador de Nuevo León salió a asegurar que ya estaba bajo control el penal; El Bronco no tuvo más remedio que explicar que en la cárcel a su cargo había mariguana, cocaína,

pastillas y armas.

Pero Jaime Rodríguez no es el único responsable de este caso. Alguien debe una explicación de qué hacían presos federales de alta peligrosidad en una cárcel estatal.

Vendrán, como siempre, los grandes diagnósticos y las declaraciones sobre lo que, ahora sí, se va a hacer. Cada caso grave se repite la historia… hasta que se nos olvida y un nuevo motín nos recuerda que el sistema penitenciario y sus autoridades siguen sin cumplir

con su función.

No importa cuántas autoridades lo digan, ninguna de ellas tiene el control de las cárceles en este país.

luciano.pascoe@gmail.com

Twitter: @lucianopascoe

Temas: