El ónfalo de la novela

En su reciente Historia alternativa del siglo XX, John Higgs sostiene que, en gran medida, el siglo XX se definió por la disolución de un orden en el que todo tenía un centro o marco de referencia, hablando de ciencia, arte, religión y otros aspectos de las sociedades. Higgs emplea el concepto mítico de “ónfalo” para referirse a esos centros. De igual modo, nosotros podemos afirmar que, en su recorrido como género literario, la novela también tiene un ónfalo: se llama Don Quijote de la Mancha y fue escrita por Miguel de Cervantes Saavedra.

Vale la pena que quienes nos vanagloriamos de hablar la misma lengua que el escritor manchego recordemos, a 400 años de su muerte, aunque sea de modo muy somero, algunas de las razones por las cuales la novela de Cervantes es considerada el punto de referencia más importante de la

novela moderna.

Cervantes no inventó la novela, provocó su mutación: las novelas ya existían desde antes de que aparecieran los dos tomos que tienen como protagonista a “un hidalgo de los de lanza en astillero”. El texto fue escrito para hacer burla a los best sellers de la época, las novelas de caballerías, que son el blanco en la narración. La triste figura del personaje central resulta ser una caricatura de los héroes que aparecían en esas historias y que Alonso Quijano leyó vorazmente hasta perder la razón. Lo sorprendente es que el resultado no sólo fue la ironía y el supremo humor que recorre sus páginas, sino la superación del modelo original de novela que se enriqueció al poner al centro a un entrañable insensato que, paradójicamente, es más humano que el arquetipo heroico de los romans medievales. Así, aún cuando los héroes son el centro de muchas narraciones desde la Odisea de Homero, Cervantes mostró que se podía urdir una trama compleja basada en rasgos humanos más allá de los que una sociedad considera como ideales. La locura del Quijote (que a veces se revela como cordura) puso al personaje literario y al lector común en esa sintonía e identificación perpleja que hoy nombramos alteridad. Esa proclividad por el retrato de la humanidad compleja, muchas veces trágica, fue heredada a la novela moderna por la

de Cervantes.

Leerla es un placer en desmesura. En Por qué leer a los clásicos, Ítalo Calvino propuso catorce definiciones que identifican a un texto clásico. Si las aplicáramos a Don Quijote de la Mancha las cumpliría todas. Pero aquí mencionaremos una muy significativa: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”. En parte la explicación de esto se debe a su voluptuosa naturaleza barroca. Toda ella es un exceso y éste hace que la frase “terminé de leer Don Quijote” parezca una mera broma que equivale nada más a llegar a la última página, pero de ningún modo a agotar su contenido.

Como dijo Harold Bloom: es la mejor novela y más que una novela. En ella se dan cita prácticamente todos los géneros de escritura conocidos en la época de Cervantes y uno puede elegir casi cualquier pasaje y encontrar múltiples hallazgos según el enfoque con que se quiera mirar: histórico, literario, social, antropológico, etc. A pesar de ello, la lectura de ambos volúmenes es sumamente gozosa una vez que uno se ha adaptado al estilo cervantino y al lenguaje de la época. Quienes se alejan de ella por estos nimios prejuicios han renunciado a uno de los placeres supremos que tenemos quienes aprendimos a leer, sobre todo en español: irrumpir como discretos lectores en el colorido y complejo universo de Cervantes.

Para Milán Kundera la novela ha sido el correlato de la edad moderna. Desde luego se refiere a la novela de tradición cervantina. Es posible que el siglo XXI presencie nuevas mutaciones del género y que, incluso, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha deje de ser el ónfalo de los discursos ficcionales, no porque exista otro, sino porque los marcos de referencia parecen estar pasando de moda. No obstante, es seguro que los poderosos genes cervantinos continuarán ejerciendo influencia en otras formas y modos de contar historias.

* Filósofo de la Universidad Autónoma Metropolitana y académico en el Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México.

carlossanchezmoreno@gmail.com

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