La venta de 50 tanques rusos T72 a Nicaragua ha sido noticia esta semana. Valorada en unos 80 millones de dólares, la operación forma parte de un acuerdo mayor, destinado a modernizar las fuerzas armadas nicaragüenses, que incluye la entrega de helicópteros multipropósitos, lanchas artilladas y equipo de transporte y defensa antiaérea. Material suficiente para elevar la disposición combativa del que fue, bajo el gobierno sandinista de 1979 a 1990, el ejército más potente de Centroamérica; con 90 mil hombres armados por los soviéticos.
De concretarse la entrega, Nicaragua podrá equipar un regimiento completo, que alteraría el balance militar en Centroamérica. Solos o sumados a los viejos T 55 almacenados por el gobierno de Daniel Ortega, este contingente supera, en armamento, potencia motriz y blindaje, al resto de las fuerzas blindadas de la región. Incluido el ejercito mexicano.
La utilidad de semejante apresto bélico es dudosa por el coste que su mantenimiento y el entrenamiento de sus dotaciones, supondrá para la atrasada economía nicaraguense. O por las dificultades de los T72 para operar en ambientes de selva y zonas cenagosas. Sino porque los actuales conflictos geopolíticos de la patria de Sandino o bien son con países carentes de ejército (Costa Rica) o con vecinos con quienes disputa zonas maritimas e insulares (Colombia) para cuya defensa o conquista los tanques no sirven. Eso sí, con Honduras el arribo de los T72 podría detonar una nueva carrera armamentista, que a su vez impulsaría a El Salvador a renovar sus arsenales. Mucho dinero perdido en una zona azotada por la pobreza, la violencia criminal y la migración de sus poblaciones.
Sin embargo, para Rusia tal operación significa un nuevo éxito en su agresiva campaña por posicionar su complejo militar industrial en todo el orbe. En Asia y el Medio Oriente, en Latinoamérica y en África subsahariana, los armamentos rusos se están vendiendo por miles de millones de dolares. Sin restricciones ligadas al respeto a los Derechos Humanos o credenciales democráticas, Moscú disputa hoy a China, Francia y EEUU el rol de arsenal de las autocracias. Con la ventaja que supone para el Kremlin la visión compartida, con más de un despota regional, en torno al ejercicio irrestricto del poder. Y el refuerzo que significa, para una potencia militar en expansión como Rusia, los reforzados lazos logísticos, técnicos y geopolíticos (incluido el acceso a bases locales) con sus aliados del Tercer Mundo. ¿Vuelve una Guerra Fría? Esperemos que no.