Telarañas en los ojos

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Foto: larazondemexico

Así como enmarañadas telarañas, los cables de la ciudad prologan sus terminales hasta los lugares más recónditos. Millones de kilómetros de hilos suspendidos en el aire deslucen el panorama urbano, con enredos que van hacia cualquier parte.

Atraviesan parques, cuelgan frente a monumentos y ya no caben en los postes callejeros. Alambres de todos los calibres penetran casas, fábricas y edificios.

Los hay en forma de ‘diablito’, como los que usan los puestos del comercio informal, que son un peligro latente. Por esos ductos flotantes viajan señales de TV, telefonía e internet, así como la energía eléctrica; avances que ahora son imprescindibles para nuestra globalizada y tecnificada existencia.

No cabe duda que los cables todavía son necesarios, pero también queda claro que las autoridades o no ven lo grotesco del asunto o lo que menos les preocupa es la estética de la metrópoli.

Fotografía: Una viuda negra gigante parece tejer su nido en la esquina de Observatorio y Cáñamo. Los ‘diablitos’ son de la calzada México-Tacuba y la toma abierta es de San Antonio y Wisconsin, en la Nápoles.

urbimex@yahoo.com.mx

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón