El día de hoy se cumplen apenas dos semanas del cambio de poder en Estados Unidos. En la mente de muchos se mantenía la esperanza de que toda la verborrea y sinsentidos que llevaron al triunfo del candidato republicano, quedara simplemente en eso una vez que tomara juramento. Sin embargo, ha sucedido todo lo contrario y algunas de sus más ofensivas promesas de campaña han comenzado a formalizarse.
En estas dos largas semanas, el presidente republicano ha teniendo como blanco principal a nuestro país, con declaraciones y acciones abiertamente en nuestra contra. Por medio de métodos en absoluto diplomáticos, hemos llegado al extremo de que un simple tuit es suficiente para poner a tambalear nuestra moneda e iniciar una crisis política que comienza a tomar proporciones serias.
Sin embargo, este vapuleó político y mediático provocó una reacción que como mexicanos nos caracteriza y que hace largos años no se vivía. Ante la inminente reunión entre los mandatarios de ambos países, la indecisión de nuestro presidente sobre acudir o no, la serie de tuits por medio de los cuales el presidente norteamericano echó abajó el encuentro a menos de que pagáramos por el muro, y finalmente un tardío posicionamiento de nuestro presidente, fueron suficientes para que de forma generalizada se cerraran filas respecto a la decisión de no asistir, aunado a una masiva reacción en redes sociales, que ha tenido como finalidad resaltar el orgullo de ser mexicanos.
Esta inigualable unión ante la actual crisis, ha rendido algunos frutos. Pareciera que el discurso timorato se deja de lado y por fin comienzan a hacerse posicionamientos más firmes. Además, ya se anuncian algunas acciones de nuestra clase gobernante para atender parte de las consecuencias que habremos de enfrentar si las medidas del presidente norteamericano continúan.
Sin embargo, tampoco debemos dejar que este nacionalismo exacerbado nos nuble, porque lamentablemente la memoria cortoplacista es otro rasgo que como mexicanos tenemos muy arraigado. No perdamos de vista que la inseguridad, Duarte, el gasolinazo, la depreciación del peso y la inestabilidad económica, deben seguir en la parte alta de la lista, como los más urgentes e importantes. No olvidemos que antes de esta crisis bilateral, enfrentábamos una crisis social y económica provocada por la inacción, corrupción y despilfarro de esos mismos gobernantes a los que hoy aplaudimos por sus discursos en defensa de la patria.
Ojalá esta inercia de cohesión social ante los embates del exterior, sea bien aprovechada para que efectivamente se pongan en marcha políticas preventivas, en vez de reactivas, y que no quede en pura demagogia resucita-encuestas. Es momento de haceros a la idea de una buena vez que el panorama tan adverso al que nos enfrentamos no va a mejorar por sí solo y que tendremos que plantarle la cara, al menos, por los siguientes cuatro años. Que la indignación sea el mejor catalizador para la acción, pero ojo, porque la responsabilidad es compartida; a todos nos toca entrarle al quite, por lo mucho que queremos a nuestro país.
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