Poema, de Rafael Argullol

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larazondemexico

Me levanto, miro el lápiz en la nitidez del alba. La hoja en blanco reposa en la mesa compartiendo los pliegos de la sombra: voces que la noche engulló.

Grafito desafiante: carboncillo de trazo cómplice: creyón testigo de contingencias en las horas que acudirán al festín de este día untado de las entregas mínimas de Dios. / La libreta de apuntes guarda confidencias: diario que siempre es un rumbo. / ‘La luz de la ventana del vecino no se apagó en toda la noche: continúa encendida’. Escribo. El lápiz sigue resguardado por la pureza.

Poema (Acantilado, 2017), del ensayista, narrador, poeta y académico español Rafael Argullol (Barcelona, 1949), es un cuaderno de estrofas escritas día a día en el curso de tres años que van del primero de enero de 2012 al primero de enero de 2015. El poeta se levantaba y el lápiz en la brillantez de la aurora lo empujaba a inscribir/poetizar los acasos de la expedición del sueño. “Imagino que en Poema han quedado registrados los pensamientos, sensaciones y recuerdos dominantes en cada jornada con respecto a mi vida y a la vida que sucedía a mi alrededor, tanto en lo concerniente al presente como al pasado”, precisa el autor de Pasión del dios que quiso ser hombre en la Nota preludio de esta edición.

“Cada día, en algún momento, escucho / el sonido de la verja cerrándose tras nosotros”, registrado en “5 – VII- 2013”. En algún instante se cierra la valla y comienza el olvido. (Me asaltan imágenes del bolero “La puerta” del mexicano Luis Demetrio: “La puerta se cerró detrás de ti /y nunca más volviste a aparecer”). Queda flotando el abandono: quedan en el aire los delirios. ¿Rememoración? ¿Búsqueda de lejanos pasajes que se enclavan en la presencia? Argullol nos entrega, más que todo, liberaciones rescatadas a sabiendas de que “El ojo del caballo / nos contempla desde hace milenios. / Ha visto nuestra maldad, / nuestra insaciable violencia, / nuestras guerras de codicia, / nuestro saqueos de ciudades, / nuestra crueldad innecesaria y estúpida”.

Poema-bitácora-diario-crónica de soplos íntimos que la palabra ataja en su espiral y los hace suyos. Conmemoraciones arrebujadas en vigencias que se alimentan de descensos de un pasado entretejido por marejadas de abismos humedecidos por el enigma que somos. Desorientados, intentamos descalzar el tiempo, pero “Nada puede igualarse / con el dulce sopor de las horas perdidas, / cuando, ajenos a lo útil, a lo conveniente, / nos extraviamos en dédalos brumosos”. Discurso lírico levantado en los celajes del amor, en su exploración, en la coyuntura que propicia el esbozo de la perfección sobre las ruinas.

El lector aquí vislumbra un panorama de perplejidades, pero también a una voz poética que, desde espirituales conjeturas, retrata la vida y sus venturas e invita a entrar a un laberinto donde una melodía schumanniana conversa con los murmullos vibrantes de abejas que deshacen los panales y se enclavan en las barrigas de los violines del mundo. // Me levanto miro el lápiz en la suavidad de la mañana. Escribo sobre el pedazo de mundo que me prodiga Dios. / Poema, de Rafael Argullol, me conduce a lo único invencible: el aura de las palabras.

carlosolivaresbaro@hotmail.com | @barocarls

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