Que puedo hacer, quiero saber, que me atormenta en mi interior
Si es el dolor, que empieza hacer, miedo a perder lo que es amor
Será que eres, el amor de mi vida.
Pablo Milanés
En una sociedad de consumo, el amor siempre está a la venta. Enamorarse no es solo “ser estaqueado en la mitad de la calle” como dice Cortázar. Encontrarse indefenso e impotente frente a un amor de novela rara vez ocurre en la vida real, aunque nuestro consumo de historias románticas nos haga creer lo contrario. El amor existe pero se ve acotado por la forma en la que lo consumimos, como reflejo la economía de la época.
La monogamia fue típica de los años de la posguerra: una especie de trabajo de tiempo completo porque la reproducción era prioritaria. El amor libre de los sesenta estuvo relacionado en parte con la desregulación del mercado. Los yuppies narcisistas y ambiciosos de los ochenta exigían que el mercado del amor ofreciera candidatos que cumplieran con sus especificaciones de nicho y surgieron así las primeras versiones de lo que hoy es el boom de las aplicaciones para ligar, como reflejo de la economía digital.
Cuando alguien dice que una mujer o un hombre ha sido el amor de su vida, habría que preguntarle cuál es su concepto de amor: tal vez una relación desigual en la que el hombre tuvo muchas parejas paralelas a su relación monógama principal sin que la esposa lo supiera, mientras que ella fue comprensiva, paciente, tolerante. Porque así eran los hombres del pueblo, o de los años cincuenta o los que tienen éxito económico y por tanto capaces de mantener dos o tres relaciones, con sus casas e hijos respectivos.
¿Por qué un hombre describiría a una mujer violenta como el amor de su vida? Quizá porque la agresión volvía de la cama un lugar de transgresión y de placeres fuera de lo común y para este hombre el amor de su vida es igual al sexo más intenso que ha experimentado.
El amor de tu vida puede ser esa persona que te rechazó durante años. Que siempre te llamaba cuando terminaba otra relación y que a veces, inmediatamente después de hacer el amor, te avisaba que un taxi ya te esperaba abajo. Pero tú pensaste que si no lo amaras tanto, jamás habrías soportado los rechazos, abandonos y groserías.
El título de el amor de mi vida debería otorgársele a alguien que respeta mi dignidad y que no descalifica mis opiniones ni mis sentimientos. El amor de mi vida debería ser una persona honorable que dice la verdad aunque duela, que toma decisiones congruentes con el amor que siente, que no ve en el compromiso una forma de esclavitud y que es capaz de construir una relación igualitaria en la que los dos importan por igual.
El amor de tu vida es un hombre o una mujer que no necesita dominar, controlar, vigilar, ni celarte como si fueras de su propiedad.
*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.
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