Romper las ideas para poderlas revisar aunque el miedo a la incertidumbre aparezca.
Como el deseo de ser feliz, que es la respuesta automática cuando alguien se pregunta el sentido de su existencia en este mundo.
De la felicidad, André Comte-Sponville dice que es un estado frágil y provisional. Es resbalosa, no se queda quieta y parece que todo el tiempo se intenta recuperarla. O se añoran los momentos que cada quien recuerda – o cree que recuerda – como felices. Porque la memoria es un acto de creación y a veces la certeza de un recuerdo es un mito de felicidad.
La felicidad es un estado que a veces no se nota si se define como la ausencia de intranquilidad. ¿Será que ser feliz se parece a estar tranquilo?
Lo mismo pasa con el sufrimiento cotidiano que no es el drama de la enfermedad o la muerte; sufrir es experimentar sentimientos permanentes de insatisfacción. Como cuando nada le hace feliz y todos los días parecen aburridos y grises.
Es común pensar que la felicidad está afuera y que hay que salir a buscarla. Entenderla como un estado contingente y fuera de su control, en vez de verla como la forma en la que cada quien se relaciona con lo externo, es un problema. La dirección de la felicidad suele ir de adentro hacia afuera y no al revés (cualquiera puede ser feliz cuando el mundo le sonríe).
Obtener lo que se quiere no es la felicidad, porque una vez que se consigue el objeto del deseo, se esfuma su poder. Las personas sobreestiman el impacto que tendrá en sus vidas conseguir un ascenso, adelgazar, encontrar el amor, comprar una casa, hacer un viaje o ganarse la lotería. Después de un tiempo, la vida siempre vuelve a la normalidad.
La felicidad también se entiende como sumarle algo a la vida: más amor, más dinero, más tiempo libre, más logros, más aprobación, mas autoconfianza.
Esta idea también es problemática porque el punto de partida es la carencia que puede ser un obstáculo para valorar y agradecer lo que sí se tiene.
Desear es un motor pero también puede ser una hábito nocivo, producto de la ansiedad y de la obsesión con el futuro. Mientras más deseos se tienen, más insatisfacción e infelicidad se acumula. Persiguiendo la felicidad, muchos no se dan cuenta de están en un lugar o circunstancia luminosa. Desear lo que se tiene es mucho más difícil que desear lo que falta.
Los que quieren ser felices o sentirse felices todo el tiempo pueden estar evadiendo el malestar. Dice Comte-Sponville que prefiere “estar cansado o triste que artificialmente alegre”. Aceptar todas las emociones también es ser feliz, amando la vida aún en los momentos de tristeza o angustia. “Preferir estar vivo y no muerto”.
Es posible que los felices sean esos raros especímenes que enfrentan la adversidad con calma y muchas veces con sentido del humor, porque saben que la felicidad coexiste con el dolor.
*Vale Villa es psicoterapeuta sistémica y narrativa desde hace 15 años. Este es un espacio para la reflexión de la vida emocional y sus desafíos.
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