Intolerancia para tolerar

Karl Popper, uno de los filósofos más lúcidos del siglo XX, enunció, en su trabajo La sociedad abierta y sus enemigos, la paradoja de la tolerancia. Escribió: “la tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia.

Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia”. La paradoja se encuentra en que la garantía de una sociedad tolerante debe pasar, necesariamente, por no tolerar a aquellos que son intolerantes.

En una sociedad plural esta línea es difícil de trazar, ya que hay los intolerantes deben tener un espacio dentro de la deliberación pública. Creer en la democracia deliberativa implica creer que los argumentos irracionales e intolerantes, como el nazismo o la supremacía racial blanca, serán derrotados y no tendrán cabida en la opinión pública por su propia falta de solidez. Sin embargo, cuando el intolerante derrotado acude al argumento de la violencia como última estrategia, la tolerancia debe llegar a un límite o la propia noción de una comunidad tolerante sería amenazada.

Bajo el paraguas de la tolerancia pueden cubrirse las bases de una sociedad que puede dinamitarse a sí misma. Tolerar al nazi que puede lanzarse sobre una multitud y asesinar a quien piensa diferente es intolerable. En el caso norteamericano, que Donald Trump hubiera salido a decir que en las protestas de la semana pasada en Charlottesville los dos bandos tenían a “buenas personas” significó una ruptura inusitada: en una simple oración, toda la bandada de personas alrededor de grupos terribles que enarbolan la intolerancia ante el otro, como el Ku Klux Klan o los neonazis, fueron reivindicados.

La presidencia de Trump ha sacado a la luz todos estos movimientos que, si bien nunca desaparecieron, sí permanecían en las sombras debido a su habitación en la frontera de lo tolerable y lo intolerable. Hoy salen con orgullo a las calles bajo el escudo de la libertad de expresión y su nuevo espacio en el reino de lo aceptado, llevando a la sociedad norteamericana varios pasos hacia atrás.

Desde México, esto no puede ser visto como un simple espectáculo al otro lado de la frontera, ya que las consecuencias pueden ser aún más desastrosas de lo que ya lo son para los casi 12 millones de migrantes mexicanos y sus familias, que están bajo el acoso de una administración que está tolerando la intolerancia.

El conflicto de esta semana no ha involucrado a los hispanos, sino que se ha centrado en revivir el drama de la Guerra Civil alrededor del binomio blancos/negros; sin embargo, de seguir con este rumbo, es inevitable creer que la comunidad más grande de migrantes sea el siguiente foco de atención de la intolerancia tolerada de los supremacistas blancos. En el futuro tendremos que abrir discusiones más amplias y fundamentales, porque ante la intolerancia, permanecer inmutado, levantar los hombros y tolerar no podrá ser una opción.

leonugo@yahoo.com.mx

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